domingo, 21 de noviembre de 2021
Media alma en venta
lunes, 15 de noviembre de 2021
enamorada del ideal del siglo
los 30 y Luego los 31
sábado, 6 de noviembre de 2021
Recuerdo vago
domingo, 24 de octubre de 2021
Historia de un amor no correspondido
Suelo obsequiar libros
Suelo obsequiar libros a la gente con la que me encariño, dar un libro como manera de demostrar afecto me parece bastante común, como con cualquier otro regalo hay que pensar de que talla le vendrá bien a la persona para que le quede justo el número de hojas, con el cambio climático y la deforestación nadie quiere desperdiciar material; hay que meditar sobre su sabor, hay a quienes le gustan dulces, ácidos, picantes o incluso insípidos; y si nos ponemos exquisitos podemos pensar también en las distintas texturas, y no me refiero a pastas duras o blandas, no ofendan su inteligencia de esta manera, sino a aquellas vaporosas como para un día melancólico, a los burbujeantes que cosquillean en la imaginación, a las texturas sedosas que acarician o las filosas como mortajas que te dejan con el alma en vilo.
Obsequiar un libro es una invitación a continuar la charla con un tema afín, hay distancias que sortean las literatura, el tiempo, la distancia y los rompimientos, sobre todo los rompimientos, hay un guiño egolatra en la acción de dar un libro o recomendarlo pensando en las características del comensal, elegir al espécimen adecuado no es tarea sencilla, y tomarse su tiempo para hacerlo susurra quedito un "guárdame en tu memoria".
De manera general también se pueden crear estándares para tomar decisiones sencillas, de cuentos para quienes se quiere invitar a la lectura porque no le agrada, teoría social para las inteligencias que se desean halagar, incluso a partir del tipo de cine o series que ve una persona se puede elegir con facilidad, sin embargo aquello que funciona en las pantallas no es garantía en el papel, por lo que siempre es más recomendable iniciar una observación metódica y tradicional, dicha observación se puede amenizar con té o café, tal vez una cerveza o algo de vino, la bebida seleccionada ya comienza a darnos información.
Pensar en que clase de libro podría agradarle a tal o cuál transeúnte es un entretenido pasatiempo, pero tiene también sus frustraciones, por ejemplo que le regalas a un lector cuando el autor indicado ni siquiera te agrada y no le comprarías ni aunque dependiera de ello conservar la amistad, a Dios gracias la gente a veces tiende a retirarse antes de que se acuda a la librería y una se degrade por un simple acostón.
viernes, 13 de agosto de 2021
en la crudez y la ebriedad
Hay gente que envejece mal, como los malos chistes (misóginos, racistas, clasistas, y demás), de eso me dí cuenta un buen día, en que desperté y después de mirar la cicatriz de tu espalda pensé: no quiero vivir en la crudez y la ebriedad hasta que la cirrosis nos separe, entonces me fui.
Me gustaría escribir cosas más halagueñas sobre ti... y sobre mí, porque al hacerlo escribo de un nosotros suspendido en el tiempo, pero lo cierto es que nunca estuvimos lo suficientemente sobrios como para hablar de trivialidades, que en la vida real lo son todo, como nuestro color favorito, el cotilleo de la oficina o quejarse de algún vecino, la cotidianidad siempre se mantuvo ajena y distante, en cambio sobraba tiempo para hablar de ideología, de magia, de religión, de mi mentado feminismo y tus postura antisemitas. Fuimos la sosa repetición de alguna canción de Arjona, otra historia más de Bukowski, un betseller para leer en el baño.
domingo, 30 de mayo de 2021
Inventario de tazas
No hay objeto más bello y noble en el mundo que una taza, se dejan llenar y vaciar, llevan a nuestras bocas consuelo y anhelo, cuando te sientes desdichada te depositan besos cálidos que reconfortan el alma, son versátiles y pueden contener té, café, cereal, sopa y algunas más audaces se dedican al contrabando de sensuales licores en lugares no permitidos; y aún más, muchas aún cuando ya están gastadas de tanto servir y su cuerpo no les permite albergar esos fluidos importantísimos para sobrellevar la vida cotidiana, extienden sus servicios y entonces se tornan macetas, portaplumas, ceniceros, parte de la vajilla improvisada de alguna pequeña niña, o que sé yo.
Por eso hoy les hablaré de las tazas en mi vida:
1) La primera taza que compré al llegar a la universidad en julio del 2011, aún la conservo, es blanca con líneas horizontales rosas, azules y verdes.
2) La segunda taza que tuve fue un regalo de cumpleaños de una amiga muy querida, que fue mi roomie durante la universidad, era amarilla y se fue conmigo a mi primer empleo, justo ahora descansa en la alacena de mamá.
3 y 4) La tercera y cuarta tazas fueron recuerdos de el primer fin de semana que pude darme el lujo de costear al lado de un buen amor, una la compré en la Casa Azul y por su puesto que tiene la imagen de Frida Kahlo, esa en la que usa un rebozo color rosa mexicano y tiene mirada casi de beata; la otra taza más bien es un posillo de barro con un collar de flores azules que envuelven su cuello, comprada en la primera feria del champurrado y pan de muerto, en la misma localidad ilustre en la repica en que aún le llamábamos DF a la CDMX.
5) Después hubo un presente navideño, que llegó lleno de chocolates de un coordinador muy educado y apuesto, que gustaba de compartir detalles con todas las personas de la oficina.
6) Hubo también un par de tazas hipsters, transparentes y con sus respectivos bigotes pintados, con detalles rojos y amarillos respectivamente, recuerdos de un amor sincero, esas tazas hubieron de irse cuando el romance acabo, y terminaron engrosando la alacena de una buena amiga que hizo el favor de llevarlas hacia su nidito de amor, ya que no tuve el corazón de hacerlas beber café de a una, en lugar de continuar con el ritual de tomar café de a dos.
7) Hubo una taza también de alebrijes de algún pretendiente entusiasta, ideal para ser la medida de los hotcakes, y que fue perdida en alguna de mis múltiples mudanzas.
8) La octava taza fue un regalo espontáneo de una compañera de trabajo, ahora amiga, fruto de compartir el gusto por la misma serie animada, pero que ante la existencia de la taza amarilla en la oficina se limito a ser portaplumas y que actualmente cumple la misma labor en mi actual escritorio.
9) Luego apareció la taza de un mapache que sopla un diente de león, regalo en una cena muy elegante, mesa puesta con velas y garçon, preludio de una relación laboral que aún me acompaña, pero ante todo recordatorio de amistades entrañables, y un apodo cariñoso que pende de por ahí del 2015.
10) También apareció una taza de unicornio, de esas que imponen el lado desde el cuál se debe beber porque sino amenazan con darte una cornada, esa taza fue el consuelo a mi partida de una amiga de esas que terminan de algún modo siendo una hija putativa porque el destino, las estrellas y las edades así lo alinearon.
11) También hubo una taza alta, blanca y con flores lilas, recuerdo de un trabajo de campo en la central de abastos de Huixcolotla en día de muertos, que compré a juego con una amiga, la suya era de flores naranjas, no sé si aún exista, lo que sí es que la amistad perdura aún con el tiempo y el espacio de por medio.
12) y finalmente la taza de la vuelta a Puebla, en el retorno al nido, en la adultez (tal vez tardía), con el nuevo empleo, la de los 30 años, y la posibilidad de tomar café de mayor calidad y tés de sabores exóticos, la que reposa en mi pequeño cuartuchito de 3x3, en el escritorio del home office y qué me acompaña noble en la tranquilidad y la zozobra.
He de añadir que algunas tazas se han perdido en el camino, pero que espero de todo corazón todas conforten y acompañen a quien con sus labios las acaria, dándoles alivio.
jueves, 14 de enero de 2021
basura pandémica
Tengo miedo, estoy asustada porque he de volver a salir al mundo real después de 342 días en casa, tendré que tomar un bus de nuevo y moverme, en pleno pico pandémico, la razón: trabajo, o tal vez salvoconducto, todos necesitamos nuestro espacio y comodidad, pero hay que tener cuidado cuando esa comodidad se vuelve cobardía o cuartada para ocultarse del mundo.
Creo que es necesario volver, no porque Misantla no sea parte del mundo, es un mundo completo o parte del mundo según se le quiera ver, pero en este ejercicio de repensar el mundo y el hogar supongo que me hace falta ser más práctica y aprender a vivir como el caracol de la canción, como el caracol que carga su casa y se va🐌🎶 , he pensado mucho también al respecto de mi equipaje y la necesidad de aligerarlo, ante la imposibilidad de desasolvar emociones intentaré hacerlo al menos de manera física, y revisar los triques que acumulo para ver si mientras lo hago ocurre alguna epifanía pagana que me revele como aprender a extender mi piel para dar paso a más historias, si fuese mía algún tipo de cosmogonía vinculada al monte sin duda alguna sabría como extender todo aquello hacia la serranía, pero hasta en eso el presunto mestizaje nos dejo pochos, cortos de mente e imaginación, sin saber que hacer con los sentires.
Me iré en breve, y la mamá y yo nos preocupamos la una por la otra, yo porque no sé como hará para mantener el orden y ella porque no sabe como haré para comer con diligencia, yo porque sé le olvida sacar la basura a tiempo, ella porque volveré con tres tallas menos y los huesos marcados. He ido a comprarle galletas, mermelada, pan y café para los tentempiés de la madrugada, ella ha corrido a comprarme calcetines, vitaminas y suplementos alimenticios.
Y miro con desdén la maleta símbolo del nomadismo, ironizó con la idea romantiquera de viajar, es que yo no quiero volar, yo quiero ser un árbol y si es demasiada mi pretensión quisiera ser un helecho, cualquier pequeño arbusto o matorral, últimamente me azuza la idea de echar raíces, dar sombra y resguardo, y cuando la vanidad me gana se me ocurre que también pudiera ser muy feliz siendo un grano de arena o una piedra en el fondo del mar.
Pero ahí esta la maleta, la lista con los pendientes por hacer, mis pocas ganas y la apatía, las ganas de dormir hasta que llegue el momento de moverme, la incapacidad de despedirme, aunque ya todos lo intuyen, quizá las compras del kit covid me han delatado (un par de cubrebocas desechables a pesar de mis remilgos ecológicos, una careta, alcohol, desinfectante en gel, un atomizador nuevo) o ha sido el desgano y las bromas inconexas que brotan de mi boca para entretener al tiempo.
Hay que devolver los libros a la biblioteca, ordenar mi documentación importante, terminar el trabajo de campo de la consultoría, mirar los vestidos y seleccionar los apropiados para mis casi 30, y otra vez la vida a la maleta. Menos mal que la falta de entusiasmo ha sido algo de mi juventud tardía, de ser una constante hubiese sido impensable la universidad y seguro estaría lamentando la cobardía.
A lo mejor es que en el itinerario de viaje me hace falta contemplar una visita al mago de oz para pedirle alas de ramaje, follaje de plumas o menos creatividad para pretextar obstáculos nimios.