martes, 30 de mayo de 2017

Sobre el feminicidio de Sandra Camacho Aguilar

Algunas reflexiones que vienen desde el hígado de esta antropóloga indignada entorno al tratamiento mediático que le han dado al feminicidio de Sandra Camacho Aguilar:



Judith Butler en la introducción de su libro Marcos de Guerra aborda la manera en que es posible  aprehender la vida humana a través  de marcos de comprensión ontológicos, que bajan al plano político y finalmente al material asentando las bases para la precarización de la vida, de los individuos, potenciando esta precarización para determinados sujetos y/o poblaciones de acuerdo a elementos a considerar como como la raza, el género, la clase social, la preferencia sexual, diversidad funcional entre otros, al contrario de los procesos de precaridad sobre las poblaciones más vulnerables se encuentran las condiciones biopolíticas que potencializan las posibilidades para obtener una vida vivible, una vida digna de duelo, aquella que en la traducción latina se ha establecido como una vida que merece ser llorada o en castellano una vida acongojable.

Este breve preámbulo teórico es necesario para abordar la siguiente temática que me ha llenado de indignación desde temprana hora del día, dónde  una nota empezó a  plagar las noticias de fb desde los perfiles de reconocidos medios informativos de México, sin embargomx y proceso, creo que si la nota hubiera hablado precisamente del triunfo que implica una sentencia de feminicidio con las poquísimas que hay desde su tipificación en el 2013 otro hubiera sido el acogimiento, sin embargo los encabezados respectivamente fueron los siguientes:  Matemático acusado de matar y descuartizar a una menor en la CdMx es sentenciado a 50 años de prisión (Sin embargo,2017) &  Juez condena a 50 años de prisión a estudiante modelo que descuartizó a jovencita en Tlatelolco(Proceso,2017).

Cabe subrayar que una nota similar apareció hace 3 años, cuando después de darse a la fuga el feminicida ilustrado es capturado y comienza su proceso, en ese entonces la fuente informativa que presento la noticia fue emeequis bajo el título El Joven que tocaba el piano y descuartizo a su novia, la nota fue recibida con controversia entre quienes defendían la libertad de expresión y se agrupaban con el gremio periodístico y quienes señalábamos la misoginia  y el clasismo presente en aquella publicación del 2014.

Las notas sobre el feminicida ilustrado,  a quién llamaré así pues es lo que intenta resaltar las notas desde sus cabezas hasta el punto final, el ejercicio  periodístico nos presentan a un genio matemático, estudiante ejemplar, un modelo digno de ser imitado, ganador de la olimpiada de física, un campeón internacional, un joven de buena familia que sabe tocar el piano, en fin, un hombre virtuoso, en la nota del 2014  tanto el reportero como el feminicida ilustrado se preguntan cómo fue qué alguien como él pudo llegar al extremo de privar de la vida a aquella pobre muchacha que vivía en un barrio popular, cuyos estudios y credenciales  no eran tan brillantes como los de él.

Volviendo a los planteamientos de Butler tenemos aquí a un hombre, de clase media, un estudiante con miras a irse al extranjero una vida acongojable, digna de duelo, aunque él no fue quién perdiera la vida las lamentaciones en las redes sociales, potencializadas por la manera en que se leen las notas del presente año  abren espacio para especulaciones sobre su culpabilidad y el talento desperdiciado al interior de la cárcel, el luto es por él, el feminicida ilustrado es un desperdicio para la sociedad y no por haber privado de la vida a Sandra Camacho Aguilar sino porque ese potencial talento mexicano irá a la cárcel; en una sociedad regida bajo el fetichismo  del conocimiento, las preseas obtenidas por el feminicida ilustrado aminoran el hecho del feminicidio de una don nadie, una chica poco productiva, de su trayectoria escolar sabemos poco, estaba desempleada a los 17 años de acuerdo a la nota que presenta emeequis.

¿Se dan cuenta? Con su muerte Sandra Camacho Aguilar arruino la trayectoria de un joven ilustre, lo lamentable no es que él la haya empujado por las escaleras, asfixiado, para después descuartizarla y esparcirla por los contenedores de basura, porque ella en nuestra sociedad  era eso, basura, una mujer en una sociedad machista, una desempleada dentro de un sistema capitalista, parte de la clase baja, una muerta más en el estado de México la entidad federativa con más feminicidios del país, para nuestra sociedad eso somos  la mayor parte de las mujeres que habitamos este contexto, es por ello que un método común de deshacerte del cadáver de una mujer es abandonarnos en bolsas de basura  en cualquier lugar o dejarnos en el contenedor de la basura, porque a eso nos reducen… basura.

Una vez soñé que me iban a matar y entre lágrimas solo pedía que por favor me dejaran alguna de mis identificaciones para que mi familia pudiera reconocerme, desde entonces  a veces divago en si debería hacerme un tatuaje para que reconozcan mi cadáver o si con mis lunares bastaría para ser identificada,  ¿se dan cuenta?, el miedo a morir ha pasado a un plano secundaria, suplantado por el derecho a ser reconocida  como persona, a ser llorada, velada a que mi familia tiene derecho a llevar su duelo como lo marcan los rituales fúnebres contemporáneos; a muchas de las víctimas de feminicidio es algo que se les ha negado, que le ha sido arrancado a sus familias, el derecho a vivir su duelo, a llevar su luto.

Una de las cosas que nos hace seres culturales es la ritualización de los grandes eventos que delimitan nuestra vida, somos seres sociales en tanto podemos abrir y cerrar esos ciclos a través de procesos trazados por nuestras creencias, cosmovisión, saberes, estos procesos más que para aquel que lleva o se va de este plano son para aquellos que reciben la vida y se quedan después de perder a alguien; en palabras de Geertz parte de la importancia de la religión no es que anule el dolor de quién pierde a alguien sino que te dice como sobrellevar el duelo mientras pasa, pero para ello es necesario tener un cuerpo sobre el cuál efectuar los ritos mortuorios, sino el ritual es un ritual fallido, inacabado, incompleto, la eficacia simbólica no se manifiesta, aquella mujer desaparecida se queda en un espacio liminal, no sabemos si  se encuentra viva o muerta, los dolientes se quedan en ese no lugar extendido entre las cumbres de la incertidumbre.

Pienso que ese pudo ser el caso de Sandra y su familia, vivir en la incertidumbre, quizá a lo más que se hubiera llegado  sería a buscar y rebuscaba entre toneladas y toneladas de basura, mientras se enfriaba el caso y el feminicida ilustrado salía a las calles nuevamente, sin embargo el proceso de anulación de la víctima continua de manera simbólica en los medios de comunicación, en la nota del 2014 se le retrata como una jovencita ignorante de escasos recursos, se habla brevemente de su familia, del barrió dónde vivía para acentuar a través del prejuicio la poca transcendencia que tenía su vida, para las notas que salieron este 2017 ella apenas si figura, en proceso se  ve opacada por la gran trayectoria del genio matemático a quién un juez condena a prisión, no lo condenan por sus actos, sino se lee entre líneas que un terrible juez trunca la carrera de un estudiante modelo, me pregunto si quién redacto esa cabeza sabe que un  estudiante modelo es alguien digno de imitar y si realmente deseamos más asesinos en este país; finalmente en sinembargo ni siquiera se toman la molestia de mencionar el nombre de Sandra ella queda reducida a ser una Mujer de 17 años.

Y así de un plumazo tres medios informativos importantes anulan simbólicamente, asesinan ontológicamente a Sandra Camacho Aguilar basados en la poco importancia de lo que fue su persona, de lo poco importante que es quién no merece ser recordada ni lamentada, a aquella mujer ignorante de 17 años quien osó  mofarse del genio de las matemáticas que tocaba el piano y tuvo a bien matarla con sus virtuosas manos.

Esta anulación de Sandra como víctima para situar bajo los reflectores al feminicida ilustre nos lleva al abordaje de los medios de comunicación, de las notas sobre feminicidio, a la constante revictimización de las mujeres y las maneras en que a través de las notas se propagan prejuicios que responsabilizan a las víctimas de la violencia ejercida sobre ellas,  nos debe llevar también a cuestionarnos en la manera en que desde los mass media es fabricada la verdad, pero esta verdad fabricada se encuentra a su vez alimentada de una cultura que fomenta las desigualdades entre hombre y mujeres, ya que aquellos  a quienes clamamos por las noticias veraces y objetivas se encuentran inmersos en la mis cultura de género que legitima las desigualdades, que naturaliza la precarización de determinados sujetos y por lo tanto reproduce los discursos que los violentan.

Lo perverso del caso va aún más allá, ya que en palabras de Elsa Muñiz esta cultura de género tiene la capacidad de revestirse de los avatares del momento, reproducirse y acoplarse  a las necesidades de las estructuras de poder, es decir, los discursos que legitiman la desigualdad y el uso de la violencia basados en la jerarquía de los sexos mutan y se adaptan, se presentan de manera políticamente correcta, la violencia se torna más imperceptible pero está allí, quizá no se habla abiertamente de que un hombre tiene el derecho de pegarle a su esposa, pero en la nota del feminicio los medios hablan de que la mataron porque ella tenía un amante, la violaron porque estaba ebria, la mataron porque ella era la amante, etc. esta cultura de género nos atraviesa a todos, incluso a los periodistas, echando a bajo la pretensión de objetividad noticiosa, presentándose entonces a los medios de comunicación no como impulsores de un cambio de pensamiento o análisis de las problemáticas sociales, sino como reproductores de un sistemas de opresiones.

Bajos las premisas de la escuela funcionalista los medios de comunicación cumplen con tres funciones principales la primera es la de fomentar los valores patrios, la segunda corresponderse con la sociedad, y finalmente brindar entretenimiento, tomando en cuenta estas funciones podemos deducir porque es más sencillo encontrar notas dónde se revictimice a las mujeres que  propuestas periodísticas que apuesten por el cambio social, además como consumidores de material noticioso no debemos perder de vista un punto sumamente importante que subraya Sartori en el hommo videns dónde aborda a los medios dentro del contexto neoliberal actual, como lo que realmente son: empresas y no simples difusores de información, empresas que conllevan intereses políticos y económicos que influyen en lo que ofertan y a su vez  se ven influidos por aquellos a quienes desean  vender contenido a fin sus expectativas, cargas valorativas, valores morales, etc.

En  México la persecución a los periodistas que ha se ha acentuado desde que Felipe Calderon le declaro la guerra al narco ha contribuido a que miremos a los periodistas de manera romántica y pasemos por alto la gran cantidad de personas dedicadas a los medios de comunicación que no están en una situación precaria porque han optado por reproducir los discursos dominantes, hace poco tiempo leí un tuit que apelaba a lo siguiente: ¿ya nadie recuerda que antes de tanto malhadado asesinato a los periodistas no se les podía asociar honradamente con “la verdad”? , lo que me llevo a pensar en la continuamente citada frase cuando hay una baja del gremio periodístico no se mata la verdad matando periodistas,  y empecé a cuestionarme por la manera en que se vincula la verdad hacia una profesión, en que se personifica y es monopolizada por los medios de comunicación LA VERDAD, ¿cuál verdad?, ¿la verdad de quién?

Dentro de esta fabricación de verdad de la que han adquirido el monopolio los medios de comunicación habría que abrir más espacios para la crítica y el repensar la objetividad de los periodistas  que ante todo son seres humanos y empezar a ser más críticos con aquellas empresas que se dedican a la transmisión de verdades fabricadas desde el tintero;  aunque no niego la ardua labor que realizan muchos reporteros de manera muy digna tampoco me fío cuando de violencia machista estamos hablando, especialmente cuando hemos establecido ya la cultura de género en la que nos encontramos inmersos y que nos atraviesa a todos; para ello basta con volver algunas líneas en el texto y pensar en aquellas incertidumbres en torno a la muerte, pensemos en como el termo a morir es suplantado por la manera en que esta muerte será interpretada, comunicada, por la anulación de la violencia ejercida hacia las mujeres a través de discursos que legitiman la violencia, y pienso en el hashtag surgido a raíz del trato que los medios y la fiscalía dieron al feminicidio de Lesby, dónde se habló de ella como una mala estudiante que consumía drogas, ante tal acto de difamación surgió  el #SiMeMatan que pronto se hizo viral en redes sociales y nos hizo participes de las vulnerabilidades de compartimos como mujeres y también de aquellos que  tenemos de manera más particular.

El #SiMeMatan como ejercicio de autoafirmación, unión pero también de reflexionarse a sí misma resulto ser algo enriquecedor pero a su vez escalofriante, el observar tus vulnerabilidades, ubicarte dentro de la estructura social y enunciarte, más aún pensar cual será el mensaje que quedará de ti en los medios de comunicación, con tus conocidos y la manera que podría ser justificado tu feminicidio, es reconocer tu vulnerabilidad por el solo hecho de tener vagina y vivir en una sociedad que criminaliza cualquier expresión de feminidad. Es reconocer la estigmatización de la mujer y como la sociedad patriarcal te juzga y persiguen aún después de muerta. Este es uno de los temores fundamentales que se ha instaurado en la mente de las mujeres a través de la violencia simbólica que ejercen los medios de comunicación sobre todo el género femenino cada vez que revictimizan a una mujer.




Las notas que provocaron que escribiera estas líneas



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