domingo, 22 de octubre de 2023

¿Cómo desafiar las estructuras rígidas y totalizantes de la civilidad capitalista?

La respuesta es simple: conoce a una persona significativa en la fila, cualquier fila, porque la fila es una metáfora por excelencia de la apuesta civilizatoria, un grupo de personas colocadas de manera ordena, esperando pacíficamente, mientras continúan produciendo de manera eficiente desde sus dispositivos móviles. Personas paradas con las cabezas gachas, cómo recordatorio de la servidumbre que se prolonga por métodos cada vez más sutiles.

El antropólogo Marshall Sahllins, postulo las siguientes leyes de la civilización:

  • La primera ley: todos los aeropuertos están en construcción.
  • Segunda ley de la civilización: estoy en la fila equivocada. (nosotros no)
  •  La Tercera ley de la civilización: los bocadillos en bolsas selladas no pueden abrir ni siquiera usando los dientes.
  • La Cuarta ley de la civilización: El gen humano cuyo descubrimiento se anuncia en el New York Times -hay uno cada día, un gen dujour- es para algún rasgo malo, como esquizofrenia, cleptomanía o neumonía. No tenemos genes buenos.
  • La Quinta: Los ejecutivos de corporaciones y políticos fallidos siempre renuncian para poder estar más tiempo con sus familias.

De las anteriores leyes nos atañe la segunda, pero las demás te las cuento porque tengo la manía obsesa de contarte todo, con mayor pasión lo hilarante e intrascendente.

Mi romanticismo me hace pensar que mantener la cabeza erguida y sonreír en el Edificio de Cristal nos sacó del estado de servidumbre tecnológico para ubicarnos en un lugar de gracia, por encima de los demás al menos mientras reíamos en medio de la gente que esperaba incomoda y con cara de apuración, apuradas por empeñar su juventud. 

A veces me gustaría pensar en función de nosotros y todas las casualidad que tuvieron que pasar para conocernos ese verano del 2011, cuando esa tentación me llega, pienso en la declaración impresionante que hace Cristina Peri Rossi en Historia de un amor, dónde involucra a Marxs, a Lorca, la plantación de un cerezo y crisálidas que se vuelven mariposas, pero no tenemos tanta historia (aún) y yo no tengo esa mística oculta que tienen las mujeres nacidas bajo el signo de escorpio.

Pero como buena mercuriana pienso, y lo hago mucho, la mayoría de las veces bajo la única certeza de estar errada, sin embargo, justo ahora quiero afirmar que conocernos desafío el capital, la civilidad solemne de ser neófitos universitarios, la probabilidad, la división entre las ciencias duras y blandas.

Si fuera Peri Rossi te diría algo así cómo: para conocernos tuvo que surgir la historia negra de la conquista, la Malinche con toda su brillantes toleró yacer con Cortés, los apellidos de los indios debieron ser cambiados por apellidos castellanos, occidente tuvo que empezar a estudiar las sociedad que iba a explotar, la manera de acumular riquezas tuvo que flexibilizarse, tuvo que popularizarse internet, democratizarse el feminismo, y ambos elegir estar lejos de casa.

Esta es la historia de cómo la excepción confirma la regla, necesitábamos estar en la fila para desafiarla, tal vez nos quedamos con la satisfacción a medias, la de estar en la fila correcta, en el momento correcto y en el lugar correcto. Esta podría ser la breve historia (no épica) de cómo juntos ganamos un pequeño asalto al capital, al aparato educativo que segmenta, estratifica y crea pequeños guetos de conocimiento dónde las personas de distintas áreas del saber rara vez coinciden. 

Por eso (y algunas otras cosas) creo que debemos ser amigos un rato más, hasta que te salgan canas y yo me quede calva, en honor al destino y la causalidad, a Dios y/o las Diosas, que nos hicieron un pequeño guiño en esta enorme fila llamada vida. 

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