Suelo obsequiar libros a la gente con la que me encariño, dar un libro como manera de demostrar afecto me parece bastante común, como con cualquier otro regalo hay que pensar de que talla le vendrá bien a la persona para que le quede justo el número de hojas, con el cambio climático y la deforestación nadie quiere desperdiciar material; hay que meditar sobre su sabor, hay a quienes le gustan dulces, ácidos, picantes o incluso insípidos; y si nos ponemos exquisitos podemos pensar también en las distintas texturas, y no me refiero a pastas duras o blandas, no ofendan su inteligencia de esta manera, sino a aquellas vaporosas como para un día melancólico, a los burbujeantes que cosquillean en la imaginación, a las texturas sedosas que acarician o las filosas como mortajas que te dejan con el alma en vilo.
Obsequiar un libro es una invitación a continuar la charla con un tema afín, hay distancias que sortean las literatura, el tiempo, la distancia y los rompimientos, sobre todo los rompimientos, hay un guiño egolatra en la acción de dar un libro o recomendarlo pensando en las características del comensal, elegir al espécimen adecuado no es tarea sencilla, y tomarse su tiempo para hacerlo susurra quedito un "guárdame en tu memoria".
De manera general también se pueden crear estándares para tomar decisiones sencillas, de cuentos para quienes se quiere invitar a la lectura porque no le agrada, teoría social para las inteligencias que se desean halagar, incluso a partir del tipo de cine o series que ve una persona se puede elegir con facilidad, sin embargo aquello que funciona en las pantallas no es garantía en el papel, por lo que siempre es más recomendable iniciar una observación metódica y tradicional, dicha observación se puede amenizar con té o café, tal vez una cerveza o algo de vino, la bebida seleccionada ya comienza a darnos información.
Pensar en que clase de libro podría agradarle a tal o cuál transeúnte es un entretenido pasatiempo, pero tiene también sus frustraciones, por ejemplo que le regalas a un lector cuando el autor indicado ni siquiera te agrada y no le comprarías ni aunque dependiera de ello conservar la amistad, a Dios gracias la gente a veces tiende a retirarse antes de que se acuda a la librería y una se degrade por un simple acostón.
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