sábado, 29 de septiembre de 2018

Sobre Aborto y las paredes de la catedral poblana

Hablemos de Aborto:

Nota post 28S, Día de Acción Global por el acceso al Aborto Legal y Seguro

Hablar de aborto es reconocer que en el mundo mueren (al menos) anualmente 47,000 mujeres por complicaciones relacionadas con abortos inseguros. En México se estiman entre 750 mil y un millón de abortos clandestino anuales.
Hablar de aborto es recordar que 1975 fue declarado el Año Internacional de la Mujer por las Naciones Unidas, la sede fue México, ese año se debatió de manera intensa un tema fundamental, ABORTO.
La interrupción del embarazo despertó acaloradas controversias, y las sigue despertando, es increíble como a 43 años, casi medio siglo, la legalización del aborto es un tema que se sigue aplazando, una deuda con las mujeres mexicanas.

Hablar de aborto en Puebla implica reflexionar problemáticas más amplias que la barda de la catedral o las paredes del senado. Es reconocer la violencia que vivimos las mujeres al interior del estado de manera sistemática y cotidiana:

- Las gestaciones forzadas que deben cumplir las menores de edad, obligadas a parir  productos de violaciones incestuosas. - Las mujeres en peligro de muerte orilladas a parir a pesar de que ello pone en riesgo su vida.
- El instaurar la maternidad como un castigo que criminaliza a las mujeres que deciden sobre sus cuerpos.
- El imponer la gestación por 9 meses a mujeres cuyos productos inviables mueren antes de cumplir un día de nacidos.
- Es señalar que para un estado con 217 municipios, con una población total de 3,009,974 mujeres, de acuerdo al censo de 2010, hay sólo 3 unidades hospitalarias que brindan el servicio de interrupción del embarazo, en un territorio que reporto 1632 procesos de investigación por el delito de violación, durante el periodo de enero 2015 a abril del 2018.
- Es denunciar que las excluyentes del delito contempladas en el artículo 343 del Código Penal además de insuficientes, no están siendo acatadas por los servicios de salud públicos.
El obligar a una mujer a continuar con un embarazo que no desea es tortura de acuerdo al Comité contra la Tortura de las Naciones Unidas (Observación General 2. Aplicación del artículo 2 por los Estados Partes, 39o período de sesiones/ 2007).


Hablar de aborto es algo más complejo.





Para quienes deseen informarse adjunto Links:

Para quienes siguen clavados con el vandalismo les dejo un meme y mi más sincero pésame...





domingo, 23 de septiembre de 2018

Lluvia en la memoria

Hoy llueve en Puebla, pero la lluvia de hoy es diferente, su sonido acompasado al venir se combina con la brisa y me transporta a Misantla, aquel rinconcito del Totonacapan veracruzno dónde crecí, el sonido de la lluvia cayendo finamente, con constancia, entremezclado con el sonido de las hojas de los árboles suavemente agitadas por la brisa otoñal me traslada en el tiempo y el espacio. 

La lluvia cae y moja el aguacate que puedo ver desde los cristales de la puerta, antes de que empezará a llover hasta vi un colibrí, imagínense mi dicha; el olor de la lluvia que se inmola sobre el suelo tibio, deja como estela su aroma vaporoso, y me imaginó allí encuclillada en el marco de la puerta, con edad pre escolar, sin ninguna preocupación, ni ocupación más que ver llover y no salpicarme tanto. 

Las casas de Veracruz tienen alero, así se le llama al pedacito de techo que sobre sale desde la ventana y cubre parte de la banqueta, es una especie de cortesía con el transeúnte, le resguarda del sol y la lluvia, algo que me parece sumamente descortés de la ciudad dónde ahora habito es la ausencia de aleros en los techos de las casas, es como si no les importará el vecino y menos los desconocidos que hacen trayectos a pie. 

El alero solía resguardarme, salvo cuando el viento no soplaba a mi favor, y mi mamá acababa por exclamar un "niña métase a la casa, que se va a enfermar", yo alérgica a la humedad, el sol, el polvo, el pasto, la vida... terminaba por ser una hija dócil y obediente, pero desde dentro de la casa, que era de lamina de asbesto, seguía escuchando el ritmo de la lluvia y percibiendo el aroma de las gotas incrustadas en la tierra. 

Al final de la lluvia, la calle desnuda de pavimento quedaba moteada de charcos, las libélulas, mejor conocidas como caballeros en esa zona, comenzaban a sobrevolar los charquitos, los niños salían a hacer el mandado mientras el agua escampaba, los más cautos brincaban de piedra en piedra para no ensuciarse, y los audaces salían en chanclas sin temor a agarrar sabañones en los píes. 

Yo les miraba desde el umbral, ajena a la responsabilidad de ir por el mandado, para eso estaba mi hermano mayor que era arrojado y diestro brincando en las piedras, años de caídas le habían costado adquirir tal habilidad casi  circense. 

A veces la lluvia volvía y nos acompaña por días, por noches, noches de arrullo y humedad, serena, con su pasividad cubría cual quier vestigio de sol,  en mi memoria hay semanas enteras sin un ápice de sol, cubiertas por una pasividad acongojada de una lluvia más bien despreocupada que caía sin prisa, se estacionaba y se tomaba su tiempo para regar con ahínco cada rincón de mi infancia. 

Hoy la lluvia moja mi mente, tierra fértil para evocar memorias, me sumerge en la melancolía de una infancia despreocupada, me baña de nostalgia y añoranza de tiempos pasados, bajo el resguardo de aleros lejanos en el tiempo y el espacio. Hoy miro la lluvia desde el cristal que no me permite salpicarme ni olerla, pero aún la percibo y la adivino, distinta, más fría, pero atemperazada como siempre.

y extraño, echo mucho de menos,  cómo una maldita desterrada que presiente cerca la muerte, lejos de su patria, lejos de su gente. El vibrar de la lluvia tras del cristal inunda cada poro de mi piel, provocando esta tromba emotiva, dónde el consuelo subterfugio es la epifanía del próximo acto de escapismo. 

Ayer me dio fiebre porque los cambios de estación siempre los reciento piel adentro, especialmente esté que va del vivaz verano al siempre reservado otoño, pero esta nota no es sobre el presente sino sobre el tsunami que se avecina en mi. 


domingo, 16 de septiembre de 2018

Zapatitos de Putita Educada


Esa tarde lo había decidido, inusualmente me encontré bien vestida y calzada,  lo más importante  fue que traía puestos unos zapatos lo suficientemente bonitos, incómodos y ruidosos como para que mis pasos se dirigieran serenos hacia su destino. El sonido del tacón acompasándose con el pavimento era lo suficientemente cadente para embelesar a mi siempre fiel nostalgia. 

Íbamos nostalgia y yo entretenidas, disfrutando la melancolía del trayecto ritual, la meta era llegar a la librería y coger algún ejemplar que intuyéramos placentero, comprarlo y volver a casa acompañada de un nuevo tomó para el librero. 

No sé en que momento el estante que albergaba mis libros se volvió un escaparate de amores perdidos, pero así fue, en algún momento había creado una ceremonia para dar por terminado mis relaciones interpersonales que se sellaba cuando terminaba un texto y lo sembraba en ese librero, panteón expuesto de triplay de muy baja calidad y alto contenido emotivo. 

Caminábamos despreocupadas, con la seguridad de quién visita al médico y tan sólo de estar en la recepción esperando a ser atendido ya siente alivio; de alguna manera también había un regocijo mal sano en ese paseo, en esos pequeños tacones de escasos centímetros que acariciaban el suelo y emitían sonidos no tan gráciles. 

Despacio, sin ninguna prisa, disfrutando del camino, en varios semáforos me detuve, aunque tenía la posibilidad y el tiempo de pasar,  sólo para verlos cambiar de rojo a verde y viceversa, luces que hoy combinan con nuestro mes patrio. Una conductora llego a mirarme con desesperación, no cruzaba cuando podía hacerlo, quizá era preocupación lo que reflejaba su semblante o temor a que cuando la luz cambiara al verde me arrojará al arroyo vehicular e interrumpiera fatalmente su trayecto.

Probablemente llevaba en el rostro tatuada esa sonrisa socarrona de éxtasis masoquista.

Esta vez el ritual había sido engalanado con un par de zapatitos de putita educada, imprimiéndole un aire solemne y una dosis de incomodidad que aderezaban el sentido de perdida con un poco de malestar físico auto infringido, metáfora fenomenológica del deber ser mujer, muy ac doc con el ideal de la praxis romántica introyectada desde la más tierna infancia en nosotras.

Dolor físico focalizado en los píes, porque el cansancio de la caminata ya no era suficiente, había que renovar la ceremonia para conservar la eficacia simbólica, ya que la importancia del ritual radica en el proceso, la importancia de la caminata y mi fetiche por las extremidades inferiores resultaron en una armoniosa sinergia premeditada.

Deseaba que el camino nunca se agotará, tomé el trayecto más largo, y di un par de vueltas innecesarias, quizá dándome tiempo para cambiar de opinión, dándole tiempo para dar alguna señal de-vida, aunque la decisión ya estaba tomada, incluso sabía el ejemplar con el que le incluiría en mi panteón literario. 

Llegue directo a los estantes de narrativa iberoamericana, en busca de la legendaria melancolía uruguaya, Horacio Quiroga y sus Cuentos de amor, de locura y de muerte encumbraron el rito, me pareció pertinente, quién sino él, un escritor suicida, de padrastro, esposa e hijos suicidas, el título me pareció por demás pertinente.

Un escritor suicida para la inmolación simbólica que aquella conductora adivino en mi rostro. 

Antes de irme husmee en la librería, aferrada al ejemplar, mi libro, nuestro libro, recorrimos la tienda juntos, ahora eramos al menos tres, nostalgia, el texto y yo; más tarde se nos unirían un montón de personajes productos del ingenio del autor.

Me aferraba al libro como si fuese el brazo del mismo Quiroga,  y yo estuviese allí al lado de él en sus últimos momentos tratando de impedirle beber el veneno mortal, cianuro. 

No quería que la cúspide acabará, pero no había más que hacer, una vez empezado el rito era menester terminar, de lo contrario perdería su eficacia en futuras ocasiones, el sonido del tacón con la madera estaba empezando a resultar menos lastimero que el que se produce con el pavimento y no quería aún darle tregua a los pies. 

La transacción monetaria fue rápida e impersonal, la cajera no se percato del suicida que lleva del brazo. 

Volvimos a la calle los tres, a recoger los pasos, a ordenar de a poco los pensamientos, la lenta caminata me había dotado del tiempo pertinente para racionalizar aquel rompecabezas sentimental, de templar a aquel manojillo de emociones que me permito ser de vez en cuando. 

Repase mis pasos nostálgicos, los mire de cerca y bajo el cielo nublado que pronosticaba lluvias me parecieron más bien melancólicos, empece a percibir con mayor intensidad los resultados de la caminata cuando un piropo, acción sin sentido de ser o existir en el mundo, me deposito de nuevo en el plano de los mortales, estaba sudada y las plantas de los pies vaticinaban ampollas. 

Pero aún no deseaba llegar a casa, necesitaba volver a mi habitación con el ritual terminado para dejar de cargar con el signo del sacrificio, para exorcizarle  del lecho que alguna vez compartimos, leerlo fue rápido, mis ansías suicidas estaban saciadas y sólo necesitaba concluir el proceso, algo así como pronunciar la palabra de cierre de todas las oraciones judeocristianas, sucedió en un santi-amen.

Llegue a casa, deposite el ataúd en su lugar mortuorio, me descalce y sentí el palpitar de mis extremidades, la sangre fluyendo, el anuncio de futuros cayos, signo indiscutible de los caminos recorridos. Estaba hecho, indiscutiblemente me encontraba lista para una próxima travesía literaria. 





*Pd. Por si querían saber, los Zapatitos de Putita Educada son todo aquel calzado que las haga caminar por el mundo, seguras, sintiéndose con la plena capacidad de pensar, reflexionar y tomar las riendas de su vida erótica.

sábado, 15 de septiembre de 2018

Reflexiones de una perra feminista


Hay un tema que me aflige mucho últimamente, la cuestión de como estamos haciendo y construyendo desde los distintos feminismo, la preocupación de la facilidad con que personas montadas en discursos feministas comienzan cruzadas siniestras en nombre de la soraridad, el amor entre mujeres o el continuum lesbiano, la facilidad con que se endilgan el gafete feminista, y como buenas mercenarias encuentran el discurso perfecto para recibir apoyo incondicional  -gratuito- y la excusa ideal para tornarse impermeables a las críticas.
Estoy preocupada y no encuentro otra manera de expresarlo más que decirlo llanamente, me preocupa, me preocupan los discursos sin práctica, las prácticas sin reflexión, me preocupa que se nos pierda del panorama que el feminismo como propuesta y apuesta nunca ha estado desvinculado de la praxis, de poner el cuerpo, de reflexionar desde una misma y las relaciones que entabla una consigo misma, con la otredad, una otredad compleja que comprende personas en distintos lugares de la estructura social, que incluye tanto a pares como subordinados y superiores.
Pero saben que es lo que más me preocupa: la autocomplacencia, aquella que se conforma con alzar la voz sobre el subalterno para replicar la misma dinámica de opresión, aquella que apela a la superioridad académica, a la legitimidad en prestigio, que se encumbra en trayectorias activistas, que apela a discursos maniqueístas de un cuasi feminismo, que tristemente acaba traduciendo en practicas sectarias dónde "la amiga de amiga es mi amiga y la otra mi enemiga", y allí esta de nuevo el patriarcado replicándose en nosotras, construyendo mujeres legitimas, nuestras "fuentes confiables" y allí estamos nosotras -la mayoría mujeres universitarias- negándonos a sentarnos a leer un rato a formar nuestra propia opinión, mamando de la teta de la compañera -hermana- porque es más fácil erigir gurús y asentir dócilmente. Suficiente para informarnos hay en los memes del facebook y el chismorreo que recorre nuestros "círculos de amor", megáfonos de restricción, tribunales inquisitoriales.
Allí estamos nosotras, siendo autocomplacientes mientras argumentamos que la "coherencia" es algo imposible y nos conformamos con revolcarnos en nuestra propia mierda, incapaces de ser autocríticas, la reflexividad nos aterra, entonces vislumbramos en el horizonte el autocuidado... le miramos a medias... ¡eureka!, salvoconducto, tablita de salvación, apelación a los afectos y al amor, todo en positivo porque no nos atrevemos a lidiar con aquello que nos punza, nos carcome y pudre desde las entrañas. En nuestra conveniente interpretación  -muchas veces corta- de lo que algunas llaman la cuarta ola del feminismo, el feminismo de las emociones dónde no todas las emociones son solicitadas, por ejemplo: el enojo, la discordia y el conflicto no han sido invitadas.
Celebremos pues, celebremos la vuelta remasterizada del discurso de lo femenino sólo que esta vez con un telón morado, mujeres juntas y amorosas, que no se nos note la miseria, seamos la encarnación del retorno de la mujer escencializada, hijas de la virgen santísima, nuestros sentimientos son todos pureza, los conflictos se solucionan con abrazos, los acuerdos se sellan con besos; porque el insulto es patriarcal, porque nosotras "no somos violentas", dicta el discurso no explicito de lo pasivo agresivo, es mejor retirarse el habla que decir lo que una piensa.
Aquí nos encontramos nosotras, confrontandonos unas con otras desde la noble habladuría, subviviendo en una inmemorial guerra fría, entre nosotros, nosotres, nosotrAS, en femenino y plural, porque incluyentAS, transformamos nuestra lenguaja, mientras conservamos la tradición de hablar las unas de las otras prescindiendo siempre de la presencia de aquella a quién se cuestiona; eso si, con la notable variante de que ahora lo hacemos en femenino. Apostamos por la forma y el fondo lo dejamos para después, primero lo inmediato, lo importante no sé. Allí estamos nosotras alzando la voz frente al subordinado y nuestras pares, pero con las personas que se encuentran en posiciones de poder, con esos estratégicas hay que ser, respeto al tirano, con educación y paciencia hacerle entender al político y el burgués, bien peinadas y de vestido para no desafiar el estereotipo. Sabias al hablar, bellas de ver, prolongando los rituales del poder.

y luego allí estamos nosotras las "universitarias críticas", encabezadas por unas cuantas académicas, preguntándonos quién aporta más, si la que cabildea o la que se pelea, allí estamos eruditas viendo desde la banqueta, no sea que nos vayamos a asolear, allí nos veo regurgitando lo que dijo tal o cuál, autOr de historieta; allí estamos esperando a ser lo suficientemente feministas para tomar una pancarta, para gritar una consigna, para contestarle al docente, para cuestionar al compañero -muchas veces nuestra pareja-, sin notar que algo se hace al no hacer

atte. La Perra Sororaria

lunes, 10 de septiembre de 2018

Líneas basura 2

Hoy tengo cólicos también, en esta ocasión son más leves, en momentos como esté suelo compartir mi malestar con el bato en turno pero últimamente he perdido la fe en la capacidad de los onvres  (con los que me involucro) para ser empáticos y/o útiles en el ancestral arte de sobar pancitas o incluso decir algo reconfortante. Total que estos días hormonales me doy licencia de escribir fruslerías, aquí voy de nuevo:

emoji

A veces quisiera no darme cuenta
que no se me fuese a notar,
que espió con la ventana abierta
y muero de curiosidad.
A veces quisiera que no se notara
hacerme la loca sin rechistar,
que alusino con tus ausencias
y un emoji me hace vibrar.
A veces quisiera no exasperarme
no llenarme de rabia hasta llorar,
porque analizo cada carácter
cada palabra sin parpadear.
A veces quisiera ya no extrañarte,
no abrir la ventana para esperar,
no analizarte, no ambicionarte,
no quedarme a la espera cuando te vas.
A veces quisiera no idealizarte,
no tomar tus palabras con seriedad,
perder la manía de hablar constante
dejar de alimentar este deseo voraz.

domingo, 9 de septiembre de 2018

Introspección


Que tu pensamiento no tenga pies
que tu humanidad sea miope
sorda tengas la fe
para aguantar el galope.

En este valle de penas
de mentes atormentadas
reinan las reflexiones tardías
y las conciencias adormiladas

En esta tierra de nadie
estampa de día de muertos
se escuchan de fondo lamentos
de voces acongojadas.

La ignorancia es imperante
su veracidad es increpante
cuando de pertinencia se trata
es mejor tabula rasa
que ciento en mano apabullante.

La ignorancia y la mediocridad
se encuentran aquí divorciadas
es preferible el desconocimiento
que la sabiduría forzada.

¡Abortad la erudición!
que adormece las conciencias,
y con palabras rebuscadas
autoriza genocidios con plena displicencia.

En este planeta de locos
que tu pensamiento no tenga pies
y mejor se alquile alas
aunque cuesta aprender, ¿Cómo ves?


L'Atormentada

L'Atormentada

Ser inteligente duele
lo decía la Castellanos,
la que tenga mejor suerte
ha incurrido en auto engaño.

Mis respuestas son agudas
mi lengua bípeda es,
sin embargo yo quisiera
que mi pensamiento careciera de pies.

Mis señalamientos son rancios
a más de una incomodarán,
no intento sanar heridas
vengo a profundizarlas más.

Vida mía no estés tristes
triste vida a dónde vas,
deja de lamerte la herida
o no sanará jamás.

 ¿A caso vas a la academia,
de dónde no sales más?
Vas a volverte sabia
para ocupar un lugar.

Las academias de latín
abarrotadas se encuentran,
con muchachas de buen fin
que el conocimiento no  atormenta.

Si el conocimiento ya no es tormenta
ni la inteligencia causa escarnio,
leer y escribir ya es logro vano
que fomenta el patriarcado.

Vida mía de dónde vienes,
vida mía a dónde vas,
vienes de resolver lo urgente
para olvidar lo demás.

Apresura ya los pasos
a la casa del saber
los filósofOs y sabiOs
no sólo hablan francés.

La academia ya nos incluye
nos borra la conciencia en igualdad,
nadie egresa con actitudes
para ejercer su humanidad.

Presas aún de un conocimiento genérico,
emparedadas en un raciocinio cadavérico,
ser novicia es tormento estratosférico,
pero ser ungida  es un sufrimiento retórico.

Vida mía de dónde vienes,
vida mía a dónde vas,
ve a lamente la herida
para que no sane jamás.
Vida mía eres simple
simple vida no más,
triste tu fin será
igual que el de muchas otras,
quienes en sus mentes gestan
la génesis de sus derrotas.

domingo, 2 de septiembre de 2018

Karina en mi memoria

Ahora una historia de la infancia:
Cuando yo iba en la primaria, había un profesor que solía regañar mucho a una compañera del salón, hija de mamá soltera, no se le daban mucho los estudios, gorda, que además vivía el constante señalamiento de un montón de niños estúpidos de seis años gordofóbicos .
El profesor que era un señor que media casi dos metros, solía golpear con el metro en el escritorio para hacer valer su autoridad, su voz grave y estatura nos imponían bastante. Yo le conocía desde que tenía tres años porque era amigo de la familia y me contrariaba mucho la distinción en el trato, mientras a mí me daba dulces y elogiaba a mis papás, con el abuelo de Karina sólo había quejas, alguna vez llegue a escuchar el arcaico permiso para que le pegaran.
Tenía otra compañera que era hija también de mamá soltera, hago esa distinción porque por allí del 97 que yo iba iniciando la primaria en el pueblo era algo que causaba notoriedad, sin embargo mi otra compañera era blanca de ojos de verdes y aunque también se le dificultaban los estudios nunca recibió coscorrones, ni reglazos en la espalda, ni jalones de orejas, ni señalamientos humillantes frente a todo el grupo.
A Karina la sentaban primera en la fila porque era la cinco en la lista de asistencia, justo frente al escritorio, yo me sentaba detrás porque era la número siete, por lo que mi angulo de visión siempre fue cercano, y no pasaba inadvertido el hecho del mal trato que recibía de manera particular, nosotras fuimos compañeras desde el kinder, en ese entonces ya era a todas voces sabido que su abuelo le pegaba en casa y además ahora en la transición del jardín de niños a la primaria la violencia había invadido otro ámbito de su vida, el escolar.
Recuerdo verla sentada en la silla de paleta color verde agua, llorando ante una serie numérica incompleta, mientras el docente la regañaba con frases que aludían a su situación familiar, lo mal agradecida que era y que seguro no había terminado la tarea porque la tarde se le iba en puro jugar, como acotación diré que la primaria a la que asistimos era vespertina.
Ese día cuando llegue a casa le pedí a mi mamá que hablara con el profesor, más tarde ella me encomendó la importante tarea de abordar el asunto directamente yo misma, con la acotación de que sino lo lograba ella intervendría, así que a la hora del recreo del siguiente día me arme de valor para quedarme en el salón y tratar la problemática, las manos me sudaban, las piernas me temblaban pero lo hice.
Francamente no recuerdo la charla, ni de que manera funciono, pero al menos espero que los comentarios de una niña de seis años que observaba el trato desigual que había en el salón le dieran vergüenza, a Karina la cambiaron el próximo ciclo escolar al otro turno, la verdad me dio gusto por ella porque volvimos a repetir con el mismo opresor.
De esa experiencia aprendí bastante, a expresar mi opinión y punto de vista sin agachar la cabeza y mirando a los ojos a la persona con la que me encuentro en desacuerdo, sin importar que la posición jerárquica, física, etaria, genérica o contextual fuera superior a la mía; gracias a mi madre comprendí que mi voz de niña era igual de válida que la de cualquier otra persona y lo más importante, aprendí a expresar mis inconformidades de frente, no conformarme con hacer murmuraciones cuando es preciso alzar la voz.