Hay un tema que me aflige mucho últimamente, la cuestión de como estamos haciendo y construyendo desde los distintos feminismo, la preocupación de la facilidad con que personas montadas en discursos feministas comienzan cruzadas siniestras en nombre de la soraridad, el amor entre mujeres o el continuum lesbiano, la facilidad con que se endilgan el gafete feminista, y como buenas mercenarias encuentran el discurso perfecto para recibir apoyo incondicional -gratuito- y la excusa ideal para tornarse impermeables a las críticas.
Estoy preocupada y no encuentro otra manera de expresarlo más que decirlo llanamente, me preocupa, me preocupan los discursos sin práctica, las prácticas sin reflexión, me preocupa que se nos pierda del panorama que el feminismo como propuesta y apuesta nunca ha estado desvinculado de la praxis, de poner el cuerpo, de reflexionar desde una misma y las relaciones que entabla una consigo misma, con la otredad, una otredad compleja que comprende personas en distintos lugares de la estructura social, que incluye tanto a pares como subordinados y superiores.
Pero saben que es lo que más me preocupa: la autocomplacencia, aquella que se conforma con alzar la voz sobre el subalterno para replicar la misma dinámica de opresión, aquella que apela a la superioridad académica, a la legitimidad en prestigio, que se encumbra en trayectorias activistas, que apela a discursos maniqueístas de un cuasi feminismo, que tristemente acaba traduciendo en practicas sectarias dónde "la amiga de amiga es mi amiga y la otra mi enemiga", y allí esta de nuevo el patriarcado replicándose en nosotras, construyendo mujeres legitimas, nuestras "fuentes confiables" y allí estamos nosotras -la mayoría mujeres universitarias- negándonos a sentarnos a leer un rato a formar nuestra propia opinión, mamando de la teta de la compañera -hermana- porque es más fácil erigir gurús y asentir dócilmente. Suficiente para informarnos hay en los memes del facebook y el chismorreo que recorre nuestros "círculos de amor", megáfonos de restricción, tribunales inquisitoriales.
Allí estamos nosotras, siendo autocomplacientes mientras argumentamos que la "coherencia" es algo imposible y nos conformamos con revolcarnos en nuestra propia mierda, incapaces de ser autocríticas, la reflexividad nos aterra, entonces vislumbramos en el horizonte el autocuidado... le miramos a medias... ¡eureka!, salvoconducto, tablita de salvación, apelación a los afectos y al amor, todo en positivo porque no nos atrevemos a lidiar con aquello que nos punza, nos carcome y pudre desde las entrañas. En nuestra conveniente interpretación -muchas veces corta- de lo que algunas llaman la cuarta ola del feminismo, el feminismo de las emociones dónde no todas las emociones son solicitadas, por ejemplo: el enojo, la discordia y el conflicto no han sido invitadas.
Celebremos pues, celebremos la vuelta remasterizada del discurso de lo femenino sólo que esta vez con un telón morado, mujeres juntas y amorosas, que no se nos note la miseria, seamos la encarnación del retorno de la mujer escencializada, hijas de la virgen santísima, nuestros sentimientos son todos pureza, los conflictos se solucionan con abrazos, los acuerdos se sellan con besos; porque el insulto es patriarcal, porque nosotras "no somos violentas", dicta el discurso no explicito de lo pasivo agresivo, es mejor retirarse el habla que decir lo que una piensa.
Aquí nos encontramos nosotras, confrontandonos unas con otras desde la noble habladuría, subviviendo en una inmemorial guerra fría, entre nosotros, nosotres, nosotrAS, en femenino y plural, porque incluyentAS, transformamos nuestra lenguaja, mientras conservamos la tradición de hablar las unas de las otras prescindiendo siempre de la presencia de aquella a quién se cuestiona; eso si, con la notable variante de que ahora lo hacemos en femenino. Apostamos por la forma y el fondo lo dejamos para después, primero lo inmediato, lo importante no sé. Allí estamos nosotras alzando la voz frente al subordinado y nuestras pares, pero con las personas que se encuentran en posiciones de poder, con esos estratégicas hay que ser, respeto al tirano, con educación y paciencia hacerle entender al político y el burgués, bien peinadas y de vestido para no desafiar el estereotipo. Sabias al hablar, bellas de ver, prolongando los rituales del poder.
y luego allí estamos nosotras las "universitarias críticas", encabezadas por unas cuantas académicas, preguntándonos quién aporta más, si la que cabildea o la que se pelea, allí estamos eruditas viendo desde la banqueta, no sea que nos vayamos a asolear, allí nos veo regurgitando lo que dijo tal o cuál, autOr de historieta; allí estamos esperando a ser lo suficientemente feministas para tomar una pancarta, para gritar una consigna, para contestarle al docente, para cuestionar al compañero -muchas veces nuestra pareja-, sin notar que algo se hace al no hacer
atte. La Perra Sororaria
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