viernes, 16 de mayo de 2014

la fecha que no recuerdo

y bien...  la novedad de hoy es el cumpleaños de papá, a quién aun no he tenido la delicadeza de felicitar, aunque llevo presente la fecha desde que note la fecha entre mis vacaciones, llevaba pensando un rato pensando en que debía pensar o sentir hacia el acontecimiento y la persona en sí, en un primer momento decidí dejar al azahar la responsabilidad, ya en ocasiones anteriores había venido aquí sin tener la pena de encontrarlo por alguna calle y honestamente no esperaba nadamas más allá de un arqueado de cejas como saludo, o un rápido cambio de banqueta para evitar el incomodo momento.

Total que la ocasión de verle a lo lejos se dio en el desfile del primero de mayo, y lo vi y me vio, o quizá nos descubrimos observándonos a la distancia, y luego, luego cada quién continuo mirando alguna otra cosa, el asunto de estar en el mismo lugar después de dos años y medio de no saber nada el uno del otro no tuvo mayor trascendencia  ni saludos, ni gestos efusivos o de algún otro tipo, y ello me tranquilizo por qué darle importancia a quién no te la da, para qué abrumarme con cortesías hacia quién no ha tenido ni el más mínimo miramiento hacia mi y porque simple y sencillamente me deslinda de tener que ir a saludarle,  en cuestiones de índole familiar la reciprocidad se vuelven un salvo conducto bastante útil. 

y sin embargo aquí me tienen excusándome de algún modo con el mundo imaginario, comunicando que si recuerdo la fecha alusiva pero que mi sentido de dignidad y amor propio me deslindan de toda celebración, porque mi estúpida educación sentimental me indica que nosotros los hijos debemos de ser agradecidos con nuestros padres por el mero hecho de engendrarnos y tenernos, como una especie de agradecimiento por no abortarnos, comernos, abandonarnos en algún basurero o alguna otra cosa escandalosa que a su vez la gente decente no hace   .-. 

a continuación viene a mi mente la frase de una conversación con un amigo cuyo raciocinio y falta de sutileza respeto bastante, la conversación versaba sobre si podría existir alguna panera de tipificar a la familia mexicana y para completar mi cuadro de culpas y reflexión, mi fino y cauto amigo abundo con respecto al papel de las hijas diciendo algo así como: la mayoría de mis amigas tienden a manifestar una devoción inexplicable hacia sus padres, aunque él claramente las trate como hijos de segunda en comparación con sus hermanos varones, me parece casi una constante por muy inteligentes que sean o feministas que se declaren

Palabras más, palabras menos  la anterior idea me pareció sumamente coherente y se sumo como otra más de mis razones para no asistir a la comida de cumpleaños de mi padre, comida a la que tuvo la atención de invitarme usando como intermediarios a mis hermanos, pero cómo presentarme a comer a un lugar al que se me ordeno no volverme a presentarme, cómo podría volver a tocar la puerta del lugar que alguna vez "fue mi hogar" y cuyo recuerdo solo trae a mi mente escenas amargas de rechazo e intolerancia; y luego el penoso hecho de ser el vulgar pretexto para entablar conversaciones con la ex-esposa, de quedar bien con la sociedad, como si hiciese algún tipo de caridad al invitar a la hija prodiga a compartir el pan.

Padre su hija prodiga nunca se fue, la corrió;  padre su hija prodiga tiene número de celular y correo electrónico, cosa de su entero conocimiento, así que esta mujer ingrata le agradecería a sus "finas" intenciones sumara el esfuerzo de enviar un mensaje o una llamada sin necesidad de que el mundo, mi madre o hermanos se enteren de ello, por el mero gusto de saludar a su hija, sin tornar dicha acción en motivo de caravanas que hablan de su buena discusión al dialogo, dialogo que solo establece con nuestros allegados anunciando con bombos y fanfarrias algo que aun no ha tenido la delicadeza de consultarme.  

Sin embargo hay cosas que uno nunca dice quizá porque le producen mayor escozor pensarlas, porque contrarían su propia lógica,  porque no debiese ser así y pese a todo "yo le quiero", antítesis de un ente infeliz, frase gastada de mujeres masoquistas, abnegadas, soldados de la patria dispuestas a sacrificarse por amor, de madre/de hermana/de hija, un amor que no es amor sino enfermedad, que envenena al mundo y las relaciones fraternales, cómo puede uno amar al otro sino se ama antes uno mismo, la sola idea de abandonarse por el otro no es amor sino cualquier otra cosa aberrante, algo contra natura dónde se nos encasilla a algunas incautas so pretexto de vínculos sanguíneos.


Triste historia que estamos destinadas a repetir una y otra vez, 
entropía, principio de fatalidad, lo humano.

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