La crisis de los veinte o más bien mi capacidad analítica ciñéndose más fuerte que antes a mi empedernido pesimismo, aferrándose a mi afán de fatalidad que insiste una y otra vez en decirme que "no lo vamos a lograr", la manzana no cae muy lejos del árbol y estamos condenados una y otra vez y repetir los errores de nuestros antecesores, la historia se mueve en bucles te hace creer que avanzas mucho para finalmente dejarte muy cerca del inicio, no hay caminos trazados ni lineas de la mano que seguir, apenas levantas un pie y el camino comienza a formarse, cuidado con el angulo de la pisada porque de una leve variación nace una curva que te llevará a quién sabe dónde.
Y me veo de nuevo allí sentada en los escalones de la entrada de una casa, de la casa que fue mía hasta que tenía cinco, desde los dos hasta que nos mudamos, sentada viendo pasar a los vecinos, viendo pasar los autos, jugar a los niños en calle, pasar a los perros, viendo, solo viendo pasar la vida, observando todo y no siendo participe, miren la niña bonita de ojos grandes sentada en la puerta de su casa, tan obediente sigue la orden de su mamá, "quedate allí y no te vayas a salir", ni un escalón baja por temor a contrariar a la autoridad, por temor quizá de vivir, es más sencillo observar, solo ver para "aprender de los errores ajenos" o quizá más bien no aventurarse, no aprender a andar en bici para no caerse, no intentar nada para no fracasar.
y la manía se traslada a la vida "adulta", muchos años después a antropología social y observar, solo observar dejando de lado lo participante y lo aplicado, observar, solo observar, aun tengo la dicha de llevar por dentro a la pequeña niña que mira desde los escalones de la entrada de su casa sin animarse a salir a jugar
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