Blanca, casi transparente y de grandes ojos negros, Rosario Castellanos, será para la eternidad una flor de invernadero, para las mujeres de México, una activista en pro de la equidad de género, para los indígenas una porta voz y para las páginas de la historia un personaje sin igual.
El discurso en el museo Nacional de Antropología e Historia, dado el 15 de febrero de 1971 es clave en la causa de la mujer, ya que, por vez primera a nivel nacional alguien, Rosario denuncia la injusticia a la que están sometidas las mujeres del país; Ahí, declara que no es equitativo el que uno pueda trabajar y el otro sólo cumpla con una labor que no amerita remuneración, que uno sea dueño de su cuerpo y disponga de él como le da la real gana mientras que el otro lo reserve para que se cumplan procesos ajenos a su voluntad.
Entre nosotros hubo
lo que hay entre dos cuando se aman:
sangre del himen roto. (¿Te das cuenta?
Virgen a los treinta años ¡y poetisa! Lagarto.)
...
Hubo, quizá, también otros humores:
el sudor del trabajo, el del placer,
la secreción verdosa de la cólera,
semen, saliva, lágrimas.
Nada, en fin, que un buen baño no borre. Y me pregunto
con qué voy a escribir, entonces, nuestra historia.
¿Con tinta? ¡Ay! Si la tinta
viene de tan ajenos manantiales
El 25 de mayo de 1925, nace en la Ciudad de México, Rosario Castellanos. Sus primeros años de vida transcurren en Comitán, Chiapas, en ese rincón fronterizo pronto se nota hacendada en medio de esclavos, una blanca entre pieles tostadas, por las faenas de sol a sol. Es allí, donde nuestra flor de invernadero, se indigna contra la explotación de los silentes y furtivos pies descalzos, los Chamulas, es donde muy probablemente surge la inspiración para crear su primera novela, “Balún Canan” y gran parte de su obra poética. Obra por la que en su tiempo la ningunearon, tachándola de “escritora caserita” y algunos otros quisieron encasillarla en el género indigenista. A Castellanos le molestaba que la encasillaran en dicha vertiente pues, no consideraba que los indígenas fueran poéticos por el sólo hecho de ser indígenas, al contrario los veía como seres humanos iguales a cualquier otro, quienes al saberse vulnerables llegaban a ser violentos.
En su crónica sobre la poesía mexicana, Joaquín Blanco escribió sobre ella:
“Sus retos narrativos y poéticos fueron grandes y los realizó con una actitud admirable tanto en la crítica a la vida en Chiapas como a la situación opresiva de la mujer mexicana en los cincuentas que ella padeció, ninguneada en los medios culturales por gente arto-inferior a ella.”
Rosario Castellanos, se descubrió sola en medio de la opulencia. Contemporánea de Juan Rulfo, Guadalupe Amor, Jaime Sabines, Margarita Michalena, Augusto Monterroso y muchos otros que forjaron la época del llamado Renacimiento en México. Se graduó de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, bajo la tesis “Sobre Cultura Femenina”, facultad a la que después volvió para impartir cátedra.
Dentro de esta especie de limbo Castellanos, se cuestiona si los hombres son insensibles a nuestra angustia. ¿Por qué empeñarnos en atraer su atención?, ¿por qué en nuestra vida lo único que parece importarnos, es convencer a ese espectador indiferente de nuestra valía?
nos amábamos;
a los muchos que ya nos obligaban
Pusimos un tablero enfrente de nosotros:
equitativo en piezas, en valores,
en posibilidad de movimientos.
Aprendimos las reglas, les juramos respeto
y empezó la partida.
equitativo en piezas, en valores,
en posibilidad de movimientos.
Aprendimos las reglas, les juramos respeto
y empezó la partida.
Henos aquí hace un siglo, sentados,
meditando encarnizadamente
cómo dar el zarpazo último que aniquile
de modo inapelable y, para siempre, al otro.
meditando encarnizadamente
cómo dar el zarpazo último que aniquile
de modo inapelable y, para siempre, al otro.
Rosario se queda a la orilla mirando incrédula al hombre, al macho que comete actos egoístas y de soberbia para ella inexplicables, y en lugar de irse a buscar camino propio, permanece embelesada.
Agonía fuera del muro (fragmento)
No te acerques a mi, hombre que haces el mundo,
déjame, no es preciso que me mates.
Yo soy de los que mueren solos, de los que mueren
de algo peor que la vergüenza.
Yo muero de mirarte y no entender.
Su lamentable deceso, ocurre el 7 de agosto de 1974 en Tel Aviv, Israel, mientras era embajadora, ¿Qué como murió? No encuentro mejor manera de decirlo que citando a Jaime Sabines:
(fragmento) Recado a Rosario Castellanos:
Sólo una tonta podía dedicar su vida a la
soledad y al amor. Sólo una tonta podía morirse al tocar una lámpara, si lámpara encendida, desperdiciada lámpara de día eras tú. Retonta por desvalida, por inerme, por estar ofreciendo tu canasta de frutas a los árboles, tu agua al manantial, tu calor al desierto, tus alas a los pájaros. ...
¡Cómo te quiero, Chayo, cómo duele
pensar que traen tu cuerpo! —así se dice— (¿Dónde dejaron tu alma? ¿No es posible rasparla de la lámpara, recogerla del piso con una escoba? ¿Qué, no tiene escobas la Embajada?).
...
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Meditación en el umbral. Antología Poética. Fondo de Cultura Económica.
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