Me voy a detener a hacer el recuento porque en el mes de diciembre no quise hacerlo, me sentí saturada de leer tantos recuentos, que no quise plasmar el mió hasta ahora, más que nada porque anda nadando en mi mente desde noviembre pasado y no dejará de atosigarme hasta que lo plasme en algún lado, debo decir que pasé un cierre de año muy lindo en compañía de las personas que quiero, aunque eso también es consecuencia de una serie de renuncias subsecuentes que he hecho en otros años a nombre de mi tranquilidad; y que lejos de lo que muchos compartieron me siendo afortunada de no tener que recurrir a manuales para sobrevivir a estas fechas...
Aunque debo confesar también que estuve a punto de terminar el 2018 cómo si de palomear una actividad más del calendario se tratará, ya que había un par de compromisos sociales que cumplir para cerrar el año, incluso percibía la cena de año nuevo cómo parte de la agenda, de alguna manera sentía como sino encontrará tregua para el descanso, y viví parte de la víspera es una especie de estrés decembrino que incluía vestido, zapatos incómodos, sonrisas forzadas y charlas con desconocidos.
Afortunadamente esos pensamientos se fueron calmando y terminé por sentirme muy agradecida con todas las actividades de cierre de año cuando caí en cuenta que fueron deseos cumplidos, y esto es tan cursi cómo cierto, al hacer retrospectiva me dí cuenta de que tuve y tengo todo lo que deseo, dentro de lo que mis mediocres ambiciones se dan el lujo de anhelar. Tengo un trabajo que me permite pagar un techo, alimentarme y darme pequeños gustos de vez en cuanto, eso era justo lo que esperaba cumplir cuando salí de la universidad, y ahora que pasó revista me doy cuenta que estoy justo dónde deseo estar.
Sobre los eventos sociales, la boda y el bautizo, diré que al iniciar el año 2018 pensaba en los rituales de transito a la vida adulta y cómo no había formado parte (asistente) de ninguno de manera significativa, también pensaba en las ganas que tenía de tener una sobrina, y al final la vida me sorprendió en combo, haciéndome formar parte de eventos transcendentales para mis seres queridos, eventos que no dependían de mí como el nacimiento de la sobrina o el posterior bautizo y sin embargo compartí con mucha dicha. Yo no pude haber planeado que el hermano mayor se reprodujera, ni que precisamente el producto fuera una niña, y sin embargo allí esta Romi como prueba de lo hermosa que fue la vida el año que pasó.
Charlando con una amiga me señalo la gran suerte que tengo, hasta billetes puso el viento a mis pies para cerrar el año, y si me pongo menos banal no puedo pasar por alto que también compartí momentos con la persona de la que estoy enamorada y un par de semanas de noviazgo bastante singulares, y después del recuento decidí quitar la sonrisa forzada de las fotos, y ponerle más entusiasmo a las festividades, finalmente ya sabía que iba a ser un mes cansado, pero el agotamiento físico es mejor cuando es por gozo. Así que voy iniciando el año con la misma fórmula del año que pasó, sin deseos material bajó un único anhelo: tranquilidad.
Y uno nunca sabe, para el próximo 2020 tal vez hasta me de el lujo de ser ambiciosa.
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