¿Cuántas guaridas virtuales son necesarias para verterse en ellas?
Habrá algún lugar que nos ajuste adecuadamente para no sentirnos insuficientes y poder desparramarnos sin dejar remanentes, para no sentirse ni tan poco ni tanto, sólo sentirse apropiada, idónea no, pero tal vez darle espacio a un poquito de vanidad y considerarse oportuna.
y ante el exceso de no sentirme basta recurro a rellenarme de virtualidad, dos cuentas personales sin mi nombre pero con fotos propias para legitimar la existencia, con cuidados posteos, un mundo de tonterías que se refuerza frente a la actual normativa relacionada con la correción política, un blog semi público sin transcedencia, publicidad o visitas innecesarias y una cuenta alterna para darme permiso de jugar a ser lo que uno quisiera ser... nudes, sensualidad y erotismo intercalados con momentos de mutismo, más mute y ostracismo, y aún así la compleja sensación de sentirse vigilada más no escuchada, observada pero no vista.
En este mundo que se ha mudado a la virtualidad resulta complicado no querer transladarse fuera de uno mismo para fundirse en la utopía dicotómica del tapiz binario, donde ceros y unos dan coherencia, sentido y direccionalidad al mundo, así como:
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