Últimamente he estado repensando bastante sobre los mensajes que hay en redes sociales al respecto a la "hipersexualización" de la infancia, que justo embona muy bien con la discusión que se ha tenido sobre el uniforme mixto, y la gran preocupación para mí es que lo único que veo son críticas a la manera de vestir de las niñas, y creo que la invitación es a recordar que ni la ropa ni los accesorios fomentan la agresión sexual, y en ese sentido hay que ser muy cuidadosas con la manera en que argumentamos, especialmente cuando de fondo se anda remasterizando el pánico sexual, aquel que usa a las niñas/os como detonante del miedo.
De todos los argumentos que se han citado hablando desde el clima hasta la ergonomía, el más aceptado ha sido el que hace alusión al acoso sexual, habría que cuestionarnos ¿a qué se debe su éxito?, y quizá la respuesta este en que otra vez nos encontramos los adultos dictando a las mujeres jóvenes, adolescentes y niñas que deben hacer, como deben vestirse. Es sorprende y preocupante la mancuerna que algunas feministas establecen con la derecha, y uno de esos espacios es precisamente "la hipersexualización de la infancia" que generalmente se reduce a la manera en que se norma el comportamiento y la vestimenta de las niñas.
Algo necesario a acotar antes de continuar es que todas las personas nacemos con una sexualidad que se va desarrollando en la medida en que crecemos, con esto no quiere decir que necesariamente vamos a devenir en hombres o mujeres, pero si que hay una esfera de la vida vinculada al reconocimiento del propio cuerpo, al deseo, el placer y que es parte de nuestra realidad material y que no surge por arte de magia cuanto el estado nos credencializa y ya podemos votar, sino que es inherente a nuestra realidad corporal.
A veces creo que en el afán de justificar las medidas tomadas en el proceso de búsqueda de crear condiciones igualitarias estamos cayendo en un nuevo vicio sumamente peligroso, la creación y búsqueda de víctimas perfectas e inapelables moralmente, y sin querer con ello nos estamos ciñendo a la moral hegemónica, la misma moral que precisamente excusa la violencia sexual apelando a la ropa que usaba la víctima, aquella que repite argumentos tan absurdos como que "los niños/as provocan a los sacerdotes pederastas". Pero aún hay algo más grave que se esconde tras esta búsqueda de víctimas perfectas y es que lejos de dotar de agencia a las niñas en el discurso se les reduce a víctimas de las circunstancias, receptáculos pasivos de violencia, depojándolas de toda posibilidad e iniciativa de defenderse.
Entonces aguas con la cuestión de la "hipersexualización" y las lecturas simples que se le esta dando a la implementación del uso del pantalón como opción para uniformar a las niñas en el ámbito escolar, establecer que "me acosaban porque traía falda y la falda me sexualizaba" es uno de los razonamientos reduccionistas que sostienen la cultura de la violación, aquella que justifica los ataques sexuales en función de cuestiones vinculadas al contexto el lugar/la hora para responsabilizar a la víctima con factores vinculados con ella y su toma de decisiones y así terminar de transferir la responsabilidad de la violencia a algo tan subjetivo como el atuendo que decidió portar la persona en cuestión.
Por si aún no queda claro lo diré explícitamente, el acoso sexual no está en la ropa, la ropa no tiene cualidades ni atributos sexuales, el foco real de la discusión debería estar en quién acosa y no en la persona acosada, no en el ente cosificado. El problema no son las faldas, ni la piel expuesta sino en el ojo que escudriña entre las piernas, en la mano que toca sin consentimiento, en la mente que busca una oportunidad para obtener satisfacción a costa de los demás, generalmente mujeres.
Sustituir el uso de la falda por el pantalón dicho sea de paso tampoco esta paliando nada de manera sustancial, ir a la escuela en pantalón era una práctica ya más o menos corriente, lo que faltaba es que la institución lo reconociera, bueno ya nos dio esa concesión, ya se institucionalizo con el afán de uniformar, para que lleves tu pantaloncito de la tela adecuada, esto fue una manera de concordar con la premisa que justifica el uso del uniforme como recurso pedagógico para no crear distinción entre los alumnos y había que romper con la gran distinción que desestabilizaba esta premisa a través de una prenda diferenciada. Habría que cuestionarnos sobre si es el gran logro que tanto vitoreamos o apenas un pasito hacia emparejarnos con la realidad actual.
Si el problema es el acoso que se eduque a los varones para no acosar, que se enseñe autodefensa a las niñas, se fomente la organización para que regresen agrupadas a sus casas y puedan apoyarse unas a otras, que se creen brigadas de tutores que monitoreen los recorridos escolares para prevenir acoso, pero por favor, no me vengan con argumentos simplistas como que el sustituir la falda por el pantalón va a reducir el acoso cuando tiene muchos años también la observación "ese pantalón te queda muy ajustado".
Finalmente voy a cerrar invitándoles a reflexionar sobre por qué incomodan tanto los calzones y las vulvas debajo de la falta y no les incomodan los penes que notoriamente se marcan bajo pantalones de tela o los glúteos que se entornan debajo de las pinzas del pantalón; y voy a apropiarme también de ese "se trata de las niñas", ¡claro! se trata de como nos generizan desde edad temprana, de las maneras en que nos inculcan desde pequeñas que somos objeto de deseo y que usar una prenda nos vuelve material del mercado sexual.
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