jueves, 14 de enero de 2021

basura pandémica

 Tengo miedo, estoy asustada porque he de volver a salir al mundo real después de 342 días en casa, tendré que tomar un bus de nuevo y moverme, en pleno pico pandémico, la razón: trabajo, o tal vez salvoconducto, todos necesitamos nuestro espacio y comodidad, pero hay que tener cuidado cuando esa comodidad se vuelve cobardía o cuartada para ocultarse del mundo. 

Creo que es necesario volver, no porque Misantla no sea parte del mundo, es un mundo completo o parte del mundo según se le quiera ver, pero en este ejercicio de repensar el mundo y el hogar supongo que me hace falta ser más práctica y aprender a vivir como el caracol de la canción, como el caracol que carga su casa y se va🐌🎶 , he pensado mucho también al respecto de mi equipaje y la necesidad de aligerarlo, ante la imposibilidad de desasolvar emociones intentaré hacerlo al menos de manera física, y revisar los triques que acumulo para ver si mientras lo hago ocurre alguna epifanía pagana que me revele como aprender a extender mi piel para dar paso a más historias, si fuese mía algún tipo de cosmogonía vinculada al monte sin duda alguna sabría como extender todo aquello hacia la serranía, pero hasta en eso el presunto mestizaje nos dejo pochos, cortos de mente e imaginación,  sin saber que hacer con los sentires. 

Me iré en breve, y la mamá y yo nos preocupamos la una por la otra, yo porque no sé como hará para mantener el orden y ella porque no sabe como haré para comer con diligencia, yo porque sé le olvida sacar la basura a tiempo, ella porque volveré con tres tallas menos y los huesos marcados. He ido a comprarle galletas, mermelada, pan y café para los tentempiés de la madrugada, ella ha corrido a comprarme calcetines, vitaminas y suplementos alimenticios. 

Y miro con desdén la maleta símbolo del nomadismo, ironizó con la idea romantiquera de viajar, es que yo no quiero volar, yo quiero ser un árbol y si es demasiada mi pretensión quisiera ser un helecho, cualquier pequeño arbusto o matorral, últimamente me azuza la idea de echar raíces, dar sombra y resguardo, y cuando la vanidad me gana se me ocurre que también  pudiera ser muy feliz siendo  un grano de arena o una piedra en el fondo del mar.

Pero ahí esta la maleta, la lista con los pendientes por hacer, mis pocas ganas y la apatía, las ganas de dormir hasta que llegue el momento de moverme, la incapacidad de despedirme, aunque ya todos lo intuyen, quizá las compras del kit covid me han delatado (un par de cubrebocas desechables a pesar de mis remilgos ecológicos, una careta, alcohol, desinfectante en gel, un atomizador nuevo) o ha sido el desgano y las bromas inconexas que brotan de mi boca para entretener al tiempo. 

Hay que devolver los libros a la biblioteca, ordenar mi documentación importante, terminar el trabajo de campo de la consultoría, mirar los vestidos y seleccionar los apropiados para mis casi 30, y otra vez la vida a la maleta. Menos mal que la falta de entusiasmo ha sido algo de mi juventud tardía, de ser una constante  hubiese sido impensable la universidad y seguro estaría lamentando la cobardía. 

A lo mejor es que en el itinerario de viaje me hace falta contemplar una visita al mago de oz para pedirle alas de ramaje, follaje de plumas o menos creatividad para pretextar obstáculos nimios. 

jueves, 7 de enero de 2021

pensamientos post reyes magos


Los recuerdos más bonitos de reyes magos que tengo no están vinculados con los juguetes sino con mi hermano mayor despertándome, creo que tenía como cuatro años, y sentía el movimiento de la cama, alguien me tocaba un pie y escuchaba mi nombre pronunciado repetidas veces con insistencia, prisa y emoción, aún estaba oscuro, el papá insistía en que mi hermano volviera a la cama pero una vez despiertos los dos y multiplicada la protesta para mirar los juguetes no quedaba más que encender la luz.

Tiempo después me enteré de que hubo unos reyes en que el hermano se despertó primero y se agenció algunos de mis juguetes, por lo que se le condicionó para que miráramos los juguetes juntos, cómo se enteraron los papás de esta pequeña deshonestidad, por la carta de los reyes, ya que a nosotros nos dejaban una carta en respuesta con la lista de los juguetes que correspondían a cada quien y sus distinguidos saludos, la verdad es que de estás cartas no me acuerdo mucho tal vez porque la emoción que causaba en mi hermano lo eclipsaba todo. 

Los papás  entre nuestros juguetes siempre agregaban juegos que pudiéramos realizar en familia, juegos de mesa, balones o pelotas para compartir, por lo que para mí nunca fue importante la distribución o titularidad de los juguetes, sabía que los carritos de mi hermano eran los vehículos de mis peluches y que mis muñecas y sus figuras de acción serían cómplices de distintas aventuras o escenarios que la imaginación más prolija de mi hermano ideaba para que jugáramos. 
Desde pequeña al ser la segunda hija crecí con la costumbre de compartir, y la mamá que siempre me contaba historias de una infancia con privaciones termino por curtirme el corazón para darle mayor peso a las sonrisas a partir de juegos grupales que ha a tener el juguete de novedad. 

Recuerdo que cuando tenía cinco o seis años nos mudamos a la que fue mi casa hasta que fui mayor de edad, ahí tenía unas vecinas que como eran testigos de Jehová no recibían regalos de reyes magos, en esa ocasión los reyes me trajeron una decena de barbies originales y yo sin saber que hacer con tanta barbie y con las enseñanzas de la mamá lo único que se me ocurrió fue tomar todas las muñecas para ir a jugar y repartirlas, grande fue la sorpresa de mi mamá cuando me vio regresar solo con dos, cuando me interrogó al respecto del paradero de las demás muñecas y le explique la situación no le quedo de otra más que aceptar que las había regalado. 

Creo que los reyes para mí siempre implicaron la emoción de los demás a partir de los juguetes, por lo que los juguetes pasaban a segundo plano al ser solo un medio; y ahora que el hermano mayor tiene una hija la emoción volvió remasterizada, escucho con  fascinación la meticulosidad con la que elige juguetes pensando en los gustos de la sobrina, miro como juega a la comidita con ella, a la doctora, se deja maquillar y sobre todo que realiza compras pensando en los juegos que pueden relizar juntos. Ha sido lindo crecer y poder mirar hacia atrás como cuidaron los papás de nuestra fantasía y ahora ver al hermano mayor proyectando toda esa emotividad al servicio y cuidado de otro ser.