Ayer se metieron a robar en un recinto cultural de mi pueblo, el lugar que me ha servido de buhardilla estos días de pandemia, el saldo fue un cristal roto, dos laminas robadas (que ha causada del las recientes tormentas habían caído), una bibliotecaria asustada, un vato detenido con su pegamento en flagrancia, y una sentencia casi unánime que me heló... "a esa gente hay que romperle algo para que no regrese".... el "a esa gente" se me anclo en la memoria a corto plazo y no ha dejado de fastidiarme, especialmente porque hoy al tomar el transporte público en el asiento de adelante se ubico una persona que iba inhalando algún solvente y fui yo la primera en sugerirle a mi amiga cambiar de asiento, supongo que para no ir cerca de "esa gente", esa gente que frente a la pandemia consume drogas de bajo presupuesto para quitarse el hambre y pasar un poco el rato , "esa gente" a la que puedo mirar por debajo del hombro con la superioridad moral de quien compra cervezas o vino para ausentarse un poco de la realidad y acompañarlo con botana que me permita vomitar algo más sustancia amarillenta amarga, esa gente que no cupo en la anterior normalidad, ni en la nueva normalidad y que vive desde hace mucho alguna otra normalidad, donde los mariguanos no hablan de Foucault, Bourdiue o algún autor de apellido extranjero que enmascare la necesidad de alguna sustancia para hacer la vida más llevadera.
Hoy no me alcanza el espejo para mirarme con suficiente reprobación, tal vez deba dejar la botella de resistol destapada en mi cabecera para despertar con resaca como alguna vez me pasó en la primaria y calmar un poco esta conciencia mustia.
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