martes, 23 de junio de 2020

Esa extraña relación con mis dientes

Acabo de escribir en unas de mis redes sociales lo siguiente "Salir del dentista siempre me pone de buenas, básicamente porque tuve una época oscura donde el trabajo derivo en bruxismo, que a su vez hizo que me tirara las resinas y con lo que ganaba no me alcanza para tender mi salud bucual, que no es un lujo porque por ahí como weis", sólo para confirmar que tengo una extraña relación con mis dientes.

Desde pequeña siempre me estuvieron atendiendo los dientes por caries porque una de las formas más comunes que conservé hasta hace muy poco para aliviar mi estrés era masticar caramelos, paletas rompemuelas, esos dulces con una pasita en medio de colores varios eran mis favoritos, después de romperlos me sentía recompensaba al obtener la pasita que se encontraba en su interior,  en ese tiempo era más fácil romper un dulce a expresar el enojo o encontrar palabras para enunciar la frustración, no dañaba a nada ni a nadie, sólo a mis dientes... conforme los dientes dejaron de ser de leche y llegaron los permanentes conserve el mismo habito, aunque esta he de decir que el éxito del método fracaso antes de salir de la secundaria, aunado a que tenía los dientes chuecos y mi madre empezo a preocuparse por la forma de mi sonrisa, por lo que decidieron ponerme un tratamiento de ortodoncia para crear un aspecto más ordenado a mi sonrisa, nunca cuestione el motivo o la utilidad y me deje llevar por ese anhelo, después de todo me negue a tener la fiesta de xv años que ella esperaba que tuviera, que más daba darle el pequeño gusto de tener una sonrisa agradable.

Mis dientes se volvieron respetables después de tres años de traer brackets, consultar a dos distintos odontologos, el recorte de encía y un tratamiento de blanqueamiento, entre a la universidad con una sonrisa bonita sin mucha utilidad, aunque entre los argumentos que esbozaban los profesionales de la salud bucal figuraban enfermedades por masticar o morder mal y alteraciones del organismo hasta la fecha no he conocido a nadie que me haya dicho que alguna de sus afecciones tiene que ver con su sonrisa fea o sus dientes amarillentos, creo que de fondo hay más deseo estético de lo que podemos confesar. 

Cuando entre a antropología me encontre con las culturas prehispanicas y sus mutilaciones e incrustaciones dentales y me sentí identificada con él caso, hasta a veces trato de imaginar un poco lo que futuros arqueologos dirán respecto al estado tan mutilado de las bocas actuales y si entraremos dentro de la continuidad de los antiguos mayas o aztecas, tanta atención a los dientes algo debe de decir, supongo que en mi casa algo así como destacar entre las demás mujeres, si fuera parte del reino animal saldría en alguna especie de documental y la voz en off explicaría algo así como: 

"y ahora podemos ver como una hembra joven de la especie se acicala los dientes con ayuda de otros miembros de su tribu, la tribu de los Marielita es bien conocida  por el valor que atribuye a la sonrisa, a la hora de elegir pareja, tanto hombres como mujeres pondrán especial atención en la sonrisa y aunque haya canciones y poemas destinados a los labios, es sabido que dentro del conjunto se encuentra también los dientes". 

Me divierte mucho la idea de la sonrisa, la estética y la búsqueda de pareja, en conjunto con lo estafada que se debe de sentir mi mamá, quien al terminar mi tratamiento dental afirmo "el próximo beso que des va a ser carísimo", ignorando totalmente que con todo y brakcts fui una ardiente besadora de mi entonces noviecillo; porque bueno ya ahora que ha pasado el tiempo y no hubo marido que pagara carísimos mis besos, para desconsuelo de mi madre,  pues el descuido y los nervios de haber estado en un ambiente laboral sumamente extresante trajo consigo en síntimo que dio al traste con mi salud bucal, el mentado bruxismo.

Cuesta creer ese mal para el que no hay cura y que aqueja a muchas personas contemporaneas, pero justo lo relacionó un poco con el masticar caramelos para mentener el control frente a la incapacidad de manifestar sentimientos considerados negativos, como el enojo o la insatisfacción, igual me cuestiono sino es casualidad que todas las reprimidas que conozco que lideamos con ese mal no lo hacemos por aquello de nuestra educación de género que nos enseño a ser calladitas, y ante el callar la boca se ha revelado de una manera que aunque es silente resulto eficaz, y que tiene que ver con como nosotras cuando algo nos causa mal terminamos por hacernos daño, antes de explotar estruendosamente preferimos corroernos de poco a poco, supongo que comprender lo jodido que esta comprensión de la manera de joderse a una misma para no crear descontento  es lo que a derivado en que continue con esos cuidados que me proporcionaba mi mamá y la labor haya adquirido un significado distinto, más personal. 


viernes, 19 de junio de 2020

Desde la pandemia


Escribo desde la pandemia y un encierro nada estricto del mismo rinconcito del Totonacapan veracruzano que es algo así como mi Tangamandapio personal, ¿Qué hay de nuevo?  Poessss... después de meses de mutismo voluntario al fin puedo contar que regrese al Pueblo la segunda semana de febrero después de renunciar a un trabajo que me dejó un tanto cansada y con secuelas dentales producto de un bruxismo que me exigió cortar de tajo aquello que era insostenible tanto economica como eticamente, lo cierto es que no abundare en este momento en los motivos de mi renuncia porque me encuentro demasiado de buen humor como para rememorar hechos deplorables.

Volví a Misantla el sábado 8 de febrero, después de muchos contratiempos y dejar empaquetados en casa de un buen amigo un montón de libros y cosas que no pudieron acompañarme de vuelta, regrese con ganas de pueblo, de llegar caminando a todos lados , calor de hogar y encontrar caras amigas, lo cierto es que en tres semanas me sentí harta e inútil, maldita ideología capitalista introyectada que nos éxige ser productivos y torna en culpa los merecidos descansos.

Regresé al terruño con tiempo suficiente para flojear tres semanas, y no dejarme descansar ni un mes, ya que a la tercera semana me encontraba yendo a la papeleria a fotocopiar mis documentos para participar en un de esos programas asistencialistas de gobierno federal que buscan medio subsanar la falta de empleos y la precarie situación económica de los jóvenes a tráves de una beca trabajo, debo subrayar que considero afortunado este hecho, ya que atine justo a meter mis papeles, para hacer el proceso de entrevista y trabajar cuatro días hábiles de la segunda quincena de marzo, con tiempo suficiente para gozar de vacaciones en semana santa y tener una cuarentena pagada apegada al calendario que la sep ha instaurado.

Retorné al pueblo con suficiente tiempo para que no me mirasen con recelo por ser posible portadora de covid y para mirar como poco a poco más gente retornaba por causa de la cuarentena, regodearme de que la vida en los lugares pequeños es más salubre ya que caminar a todos lados evita los asinamientos del transporte público y que hay muchas misceláneas en lugar de un par de supermercados enormes que permiten acudir a comprar en lugares mejor ventilados. Tal vez de lo único que deba quejarme es de las danzantes opiniones que bambolean entre las conspiraciones, la indiferencia y la hipocondría que asolan el hogar materno y de que he tenido que conformarme con las miradas amigas a partir del uso del cubre bocas como médida preventiva.

Me devolví al lugar donde crecí para ver si encontraba algo que tal vez en algún momento olvidé que debía venir a buscar, un virtual gato de Schrodinger quizá 😼