domingo, 30 de julio de 2017

Discursos legítimos del saber: disciplinas que norman la mirada
(Reflexiones en torno al violentómetro)


Introducción

El presente trabajo pretende  realizar una breve reflexión en torno al uso de violentómetro como una alternativa en el tratamiento para prevenir y erradicar la violencia en las relaciones de pareja; la reflexión se basará principalmente en el análisis de una breves entrevistas realizadas a 12 universitarios, pertenecientes a las facultades de  Administración,  Biología, Ciencias de la Computación, Ciencias de la Comunicación, Ciencias Químicas, Electrónica y Psicología. Las preguntas realizadas, siempre en el mimo orden y enunciación, fueron las siguientes:

11)    ¿Conoces el violentómetro? En caso de que la respuesta fuera positiva se increpaba dónde era que lo había conocido.
22)    ¿Consideras que ayuda a prevenir y erradicar la  violencia? ¿Por qué?
33)    Tendrías alguna recomendación para mejorarlo…

Aunque el número de entrevistados se contó con un porcentaje equitativo entre hombres y mujeres, esta particularidad numérica que podría leerse como un intento de observar puntos de vista equitativos entre hombres y mujeres es más bien obra de la casualidad dada por la naturaleza de la muestra[1], que no es una muestra aleatoria ni representativa en sentido estricto de los requerimientos que un estudio cuantitativo exige, sin embargo esto no demerita las cualidades del presente trabajo, al contrario el análisis y la realización de entrevistas se ven enriquecidos al  establecerse en marcos más amigables y  menos rígidos que logran sortear la formalidad de la entrevista acontecida entre desconocidos.

Una vez establecidas las particularidades de la muestra es necesario establecer  la violencia de género como el principal eje analítico, el cual nos servirá de marco interpretativo para leer las respuestas dadas por los entrevistados, atendiéndolas  más allá de aquello verbalizado, con la finalidad de problematizar las respuestas  dadas dentro las lógicas de las relaciones de poder en un sentido foucaultiano acudiré a la noción de violencia de género que plantea Irma Saucedo en el texto Identidades de género y violencia: la prevención en el sistema educativo
                       
La violencia de género es un efecto de las relaciones de poder, en una sociedad marcadas por la diferenciación sexual; este poder múltiple asociado con la identidad de género no se ubica solo en el estado o los espacios tradicionalmente relacionados con el poder, ya que se reproduces en todos los espacio de interacción. (Saucedo,2010:203)[2]

Esta noción permitirá leer las respuestas como consecuencias de las relaciones de poder que los ha modelado y hecho devenir  sujetos de género, un devenir sujeto de género que se encuentra en constante retroalimentación con los diferentes espacios cotidianos que contribuyen a perpetuar lógicas basadas en la diferenciación sexual, espacios como el escolar, particularmente la universidad un lugar de producción y reproducción discursiva de saber-poder, lugar común de los entrevistados, lugar que  parafraseando a  Aurelia Martín Casares (2006)[3] continua siendo el lugar que la ciencia emplea para explicar el mundo en masculino, cuyo punto de referencia y universal por excelencia es la figura del VARÓN.

La manera en que se estructura este ensayo obedecerá al orden de las preguntas realizadas, que van del reconocimiento del violentómetro, la reflexión al respecto de su utilidad y la posibilidad de pensar la manera de mejorarlo, a estos breves apartados se  anexará otro más para abordar los incidentes y comentario acontecidos  cuando se realizaron las entrevistas una vez que la grabadora dejo de cumplir con su labor; finalizaré con mi posicionamiento personal y las plantearé algunas reflexiones a manera de conclusión.

¿Quién conoce el violentómetro?

Del número de encuestados 5 conocían el violentómetro, todos ellos lo conocieron dentro de un contexto escolar, y dos de ellos de manera reciente debido a las medidas que actualmente se están tomando en la BUAP,  dentro del periodo del rector Antonio Esparza, las medidas se han tomado en respuesta a las demandas que el sector ciudadano y la comunidad universitaria han hecho ante el nulo posicionamiento de la Universidad en torno a la situación que aqueja a las poblanas.

Dentro de las personas 7 personas restante, seis no conocían el violentómetro y una recuerda haber escuchado alguna vez nombrarlo a manera de broma pero no lo conocía de manera física. En un primer vistazo a estas cifras tenemos que la mayoría de nuestros entrevistados no conocían la existencia de esta herramienta que busca la erradicación de la violencia en la pareja, una de las entrevistadas comento haberlo conocido a través de  la denostación del mismo, dos personas lo ubican porque últimamente ha comenzado a parecer en los pasillo BUAP  y sólo tres de los entrevistados lo conocieron a través de charlas o investigaciones promovidas por centros educativos.

¿Qué nos dice este imperante desconocimiento? Nos habla de cómo hasta el momento la violencia en las parejas/ el noviazgo/ las relaciones de amistad/ el free y extrapolando un poco más la violencia en el matrimonio no se encuentran dentro de las prioridades sociales a tratar, discutir y problematizar al interior de los centros educativos, estos problemas no se encuentran dentro de las agendas escolares a pesar de involucrar potencialmente a toda su población.

 Haciendo un símil entre el planteamiento de Aurelia Martín Casares (2006)[4] sobre el  androcentrismo, diremos que la violencia que acontece entre los miembros de la comunidad universitaria por parte de sus parejas, muchas veces sus pares o miembros también de la comunidad, al no ser enunciada, ni tener espacios que propicien su enunciación suele ser omitida de manera intencional ante el menoscabo del impacto que tiene en el desempeño estudiantil o el poco impacto que se considera puede tener dentro de los indicadores y estándares de calidad, es decir en correspondencia con un proyecto ideológico y político dicha omisión suele ser deliberada.  

¿A quién le sirve el violentómetro?

La pregunta número dos abrió un panorama diverso sobre como los entrevistados perciben el violentómetro y también comenzó a revelar el interés o indiferencia  que se tiene respecto a los temas que tiene que ver con la violencia de género, su prevención y erradicación; sí contamos las respuestas de manera contundente podemos decir que impero la negativa desde diferentes lecturas e interpretaciones de lo que debiese ser la atención a estos casos, desde como realmente podría haber un cambio, dentro de estas siete negativas a la utilidad del violentómetro podemos hallar los siguiente:

  •    La desvinculación de la prevención como una manera básica de  erradicación de la problemática, al encontrar argumentos que sitúan al violentómetro como algo   que sirve para ubicar tipos de violencia pero que al sólo ubicarlos no es útil para quienes viven violencia al momento de conocerlo.
  •    Respuestas que reconocen soluciones contundentes para erradicar la violencia únicamente la búsqueda de ayuda profesional, que repite las lógicas patologizantes de la violencia en la pareja.
  •      -  La dudosa efectividad de la herramienta al interpretarse más como un objeto de burla que  como una fuente de  conocimiento o reflexión, lo que alimento la indiferencia de los receptores, reflejado en un entrevistado quién llanamente respondió No, Solo he visto a gente decir que son mamadas.. No sé… me da igual… no me impacto en nada (Entrevista 11)[5]


Dentro de esta respuesta hubo dos entrevistados que no polarizaron sus respuesta y contemplaron al violentómetro más bien como herramienta que puede ayudar a la toma de conciencia pero que por sí sólo es información más bien vaga, que podría no llegar al receptor de manera adecuada o confusa, puntualizando que  el violentómetro no contempla la gravedad de la problemática, dónde la víctima de violencia ha naturalizado tanto los ejercicios coercitivos sobre si misma que al ver/ mirar el violentométro no se encuentra identificadx dentro de estos parámetros; cabe mencionar que estos entrevistados han estado en contacto con Asociaciones Civiles que trabajan con temas afines a esta encuesta, por lo que sus respuestas fueron más reflexivas y extensas.

Las tres personas que consideran que el violentómetro ayuda a prevenir y erradicar la  violencia en general no dieron respuestas abundantes al encontrarse por primera vez con su representación, se mostraron más bien entusiastas, aunque las reacciones generadas en cada persona fueron diversas:

  •        En la entrevista número 5 podemos observar una respuesta positiva a medias, y un comienzo de un cuestionamiento ante el desconocimiento de la herramienta y la posibilidad de que el agraviadx se niegue a hablar.
  •      -  La entrevista 7 se dio una respuesta favorable, al expresar que le  parecía coherente el aumento de los grados de violencia hasta llegar a la muerte.
  •         Finalmente el entrevistado número 10 respondió apelando a que el violentómetro habré la posibilidad de reflexión, sin embargo se refirió a este como violentímetro lo que nos invita a reflexionar acerca de la manera en que los universitarios están leyendo esta información, llegando a comprenderla y apropiarse de ella o no.


En esta pregunta que exige un nivel de reflexión en torno a la utilidad del violentómetro podemos observar un posicionamiento en torno al área de saber dónde se desenvuelven, por ejemplo los ingenieros pusieron un mayor grado de atención la parte cuantificable y se apropiaron de la segmentación de la pregunta que contemplaba el conector “y”  en el ayuda a prevenir y erradicar la  violencia para sistematizar en dos etapas el procesos de erradicación, es decir desvincularon la prevención como parte del procesos de erradicación,  lo que les permitió emitir un no tajante.

 Por otro lado las respuestas de la psicóloga y el comunicador que no atinaron a dar una respuesta contundente se cuestionaron sobre la manera en que la información llegaba al receptor y este la interpretaba, no dudaron en dar en sus respuestas posibles alternativas de manera de amplia, y pidieron la profundización de los temas siempre pensando en los posibles receptores.

Esto nos puede arrojar a pesar del pequeño acercamiento poblacional que el contenido de la licenciatura influye en la manera en que se procesa la información, se abstrae y se da respuesta a las problemáticas sociales, influye en el modo de enunciar, es decir,  la pertenencia a un área del conocimiento permea en el universitario y su posicionamiento ante determinadas problemáticas sociales, retomando a  Aurelia Martín Casares (2006)[6] el encontrar estas diferenciaciones nos da cuenta de la dimensión política del conocimiento.

¿Quién recomienda qué?

El análisis de las respuestas de la tercera pregunta viene a reforzar la división anteriormente propuesta, podemos observar a las personas pertenecientes a las ingenierías con propuestas materiales y materializables, pensadas específicamente en cambios que se pueden hacer al violentómetro de manera física, propuestas como:
  •             Tomar los colores del semáforo para hacerlo más comprensible
  •       Incluir número telefónicos a dónde pueda acudir la persona al darse cuenta que padece alguno de los tipos de violencia contenidos en él.


Así mismo es de este sector de la población estudiantil dónde se encontraron las respuestas más normativas como:
  •   La búsqueda  de perfiles de jóvenes violentos, obviando la violencia como algo inherente a los hombres.
  •        La búsqueda de ayuda profesional, estigmatizando la violencia como algo anómalo.
  •   La certeza de que con las leyes basta para prevenir y erradicar la violencia, considerando cualquier otra alternativa como redundantes.
  •       Así como paradójicamente se insistió en hacer más público algo que en un primer momento catalogaron como inútil.

Mientras que los entrevistados de psicología y comunicación insistieron en la necesidad de acompañar al violentómetro de charlas que ayudarán a una comprensión más profunda de la problemática social, o de un tríptico, apostando por la necesidad de profundizar la reflexión en torno a un tema complejo, y pensando en las necesidades de los posibles receptores hicieron sugerencias que pudieran impactar a nivel explicativo y no sólo en el plano simbólico como los compañeros de las áreas de exactas, las sugerencias dadas por estos dos compañeros versaban en ejemplos de las situaciones de violencia o dibujos que dieran más claridad a lo expuesto en el violentómetro.

Las respuestas dadas a esta tercera pregunta complementa el planteamiento tomado desde Aurelia Martín (2006)[7] que no sólo plantea la dimensión política del conocimiento sino también como en función a este  nos encontramos  condicionaos en la manera en que potencialmente podemos transformar la realidad y emitir propuestas de cambio, determinadas por nuestras áreas de conocimiento que son interpretadas desde el planteamiento de Irma Saucedo como efectos de la relaciones de poder que impactan en los saberes que a su vez construyen la manera en que como universitarios de diferentes áreas del conocimiento aprehendemos al mundo e influyen en la medida en que podemos aportar soluciones o nuevas perspectivas. 

Comentario e incidentes.

Este apartado es un pequeño paréntesis para no dejar de mencionar un incidente que sucedió cuando me dispuse a realizar las entrevistas entre los compañeros de ingenierías que asisten a comer a una pequeña cocina económica ubicada en el Fraccionamiento Jardines de San Manuel, ya que mientras realizaba las preguntas con la grabadora en mano las respuestas fueron muy formales, sin embargo cuando la grabadora fue retirada y los compañeros continuaron su charla cotidiana comenzó la dinámica de la mofa[8] que enunciaba la entrevistada número 12.

La burla respecto a la violencia de género se hizo evidente, la naturalización y la legitimación a través de la mofa aparecieron en un doble discurso, valido mientras se está con los amigos en un ambiente de relajo pero no lo suficientemente valido para expresarlo de manera oficial, apelando a las lógicas que plantea Matthew Gutmann (2001)[9] en su texto  Ni macho ni mandilón al dar cuenta de las inconsistencias que se crean durante el discurso, las contradicciones entre lo que dicen que hacen y lo que realmente hacen, contrapone la imagen del macho mexicano con el deber  ser de un hombre, o en este caso la imagen que se construye como hombre viril cuando esta con los amigos frente  con lo políticamente correcto que se demanda de hombre universitario.

Acudiendo  la reflexión de Elsa Dorlin  (2001)[10] respecto al género como una relación de poder que garantiza su reproducción gracias a las múltiples mutaciones del sistema categorial que produce y sobre el cual se adosa, que puede explicar como de un mismo sujeto pueden emitirse juicio contradictorios en un mismo espacio,  que varían sólo ante la presencia de un aparato tecnológico que puede captar y reproducir este mensajes en ambientes dónde el discurso con el que se legitiman como parte de un grupo de hombres ingenieros que podría no ser tan bien acogido; cosa que sucedió posteriormente cuando la novia de uno de los entrevistados se incorporó después a la dinámica y al ser increpado por mi respecto a sus anteriores mofas el entrevista se sonrojo sin emitir respuesta alguna.

Estas  contradicciones de orden discursivo que varían según la posible audiencia nos da  cuenta de aquello que Mara Viveros (2008:30)[11] denomina resistencias masculinas al cambio y que explica como  diversos comportamientos  cotidianos individuales y colectivos que realizan los hombres con el fin de proteger sus privilegios, dónde la broma, en este caso, juega un papel fundamental para la reafirmación de aquella masculinidad perdida en manos de la corrección política que se exige acorde con un grado educativa, corrección política que puede ser referida en un nivel enunciativo aunque que no necesariamente se esté en acuerdo con lo que se plantea, quedando la broma, el chisme o el chiste como espacios no reglamentarios de poder dónde es posible clamar  descontento.

Reflexiones finales

A manera de conclusión diré que mi perspectiva acerca del violentómetro se encuentra más cercana a la de los compañeros de carreras relativamente afines a la mía[12], considero que el violentómeto como herramienta en la erradicación de la violencia es una propuesta interesante pero no debe perderse de vista que es un herramienta y que como tal debe ir acompañada de una charla o un dialogo con la población a la que se pretende que impacte, ya que cómo lo abordamos en el presente trabajo la manera en que se asimila y procesa la información varía de acuerdo a los referentes culturales que se poseen y se encuentra  condicionada, en los casos analizados una determinante importante es el campo del saber en que el sujeto se encuentra circunscrito, por lo que es posible deducir que el contenido temático, los métodos para acceder al conocimiento y la episteme misma es que se centra una disciplina influye más de lo que podríamos adivinar en los educandos, reforzando determinados estereotipos de género  y la violencia que estos conllevan.

Una vez dicho esto es necesario problematizar el papel de las ciencias, como discursos saber poder que están reforzando la constitución de los sujetos dentro de los niveles normativos del conocimiento, que estas ciencias denominadas también disciplinas, mucho tienen de disciplinarías al reproducir discursos ideológicos y políticos que encumbran a determinados sujetos sobre otros, sesgan la posibilidad de acción e impacto de sus aprendices al dotarlos  de conocimientos que a su vez incluyen cargas valorativas, jerarquizantes y prejuiciadas respecto al otro.

Para ir cerrando externaré a modo de cierre un pensamiento que me ha circundado al abordar los temas de masculinidad respecto a las compañeras que se encuentran inmersas en un primer momento dentro del área de exactas, para subrayar como a través de la retícula escolar, o en términos de Conell (2001)[13] las materias como vértices de masculinidad,  refuerzan determinados pensamientos androcéntricos que no sólo impactan en los varones que toman esas mujeres sino también en las mujeres que comparten esa misma área del conocimiento, y que al formase dentro de estas disciplina también son modeladas y suelen legitimarse a través del desdén al otro, a la otra de su mismo sexo, el desprecio a las ciencias y materias que podrían considerarse femeninas o blandas, comprendiendo lo masculino en este momento desde la concepción hegemónica y universalista que  comprende al encumbrar a determinados sujetos sobre otros y a partir de estos esbozar una lista vertical en función de diferentes características.

Esta inquietud me ha trastornado últimamente, ya que la reflexión en torno a la masculinidad hegemónica  que aprendemos, producimos y reproducimos no sólo afecta a las compañeras de ingeniería, sino que extrapolando el modelo a la universidad, una institución gestora de discursos legítimos de saber-poder, y como esta reflexión termina también por comprendernos a nosotras y la manera en que desde nuestra posición nos miramos frente a las otras mujeres, desde la manera en que podemos o no involucrarnos en los lugares de saber, en la academia, en el salón de clases, adaptándonos a determinados códigos de comportamientos y maneras de interactuar que se obvian pero rara vez se ponen en tela de juicio o nos detenemos a cuestionar en cómo permea en los modos en que podemos compartir nuestro conocimiento con los que podríamos llamar nuestros “pares”, la familia, los vecinos u otras mujeres fuera del contexto universitario.

Tal vez sea necesario problematizar que como mujeres nos encontramos constantemente incursionando en estos espacios tradicionalmente relacionados con el poder, y que esto no quiere decir que nos despojamos y/o reapropiamos de nuestra feminidad en la medida en que entramos o salimos de ellos, ya que estos espacios se encuentran circunscritos en nuestra cotidianidad, sin embargo me parece también reduccionista continuar hablando de la masculinización de las mujeres como si la masculinidad fuera algo propio de los hombres (de tener un pene).

La cuestión se complejiza cuando encontramos lo que podríamos ubicar en  Mara Víveros como resistencias masculinas al cambio en mujeres también, y que haciendo lecturas desde otras posturas podríamos ubicar a estas mujeres como mujeres patriarcalizadas, machos con vulva, pero que en un plano representacional se queda únicamente en la descripción o adstracción de símbolos que podrían parecer contradictorios pero que finalmente nos cruzan a todas de manera continua, si bien Judith Halberstam comienza visibilizando la masculinidad femenina al abstraer la figura de la machorra y desestabilizando la idea de correspondencia entre  representación, el deseo y el género la discusión apenas ha llegado a la mesa . 

Entonces  ¿Qué pasa con las mujeres femme cuya representación, construcción genérica y deseo se corresponde pero en su práctica profesional o área de trabajo, al momento de integrarse en este sistema de competencia neoliberal, adquieren actitudes que no se considerar propias de la feminidad que enarbolan?,  la heterosexualidad y la correspondencia con un modelo coherente como el sexo-género que plantea Rubin  se desbordan al plantearse como inamovibles, tal vez la explicación comience a vislumbrarse en la propuesta del sujeto excéntrico que plantea Teresa De Lauretis pero de momento es necesario poner punto final a este ensayo.




[1] Con ello me refiero a que muchos de los encuestados son personas con los que convivo habitualmente, al vivir en un área dónde viven  estudiantes foráneos compartí mesa en cocinas económicas con ellos, algunos otros han sido  mis vecinos, roomies o compañeros en actividades extracurriculares universitarias.
[2] Saucedo González Irma (2010)  “Identidades de género y violencia: la prevención en el sistema educativo” en Lara López Ana Laura (coord.) Género en educación. Temas, avances, retos y perspectivas. México. UPN, SNTE, Fundación para la cultura del maestro, Plaza y Valdés Editores. p. 203.
[3] Martin Casares, Aurelia (2006)  Antropología del género. Culturas, mitos y estereotipos sexuales. España. Ediciones cátedra. Universitat de Valencia. Instituto de la Mujer.
[4] Ibídem
[5] Se anexa cuadro con entrevistas al final.
[6] Ibídem
[7] Ibídem

[8] La dinámica de la mofa o burla que cito en este texto consistió en comentarios respecto al violentómetro, a ¿qué pasa si detectaban la violencia en el número 30?,  haciendo referencia a que ya estando muertos para qué, bromearon sobre la violencia que ejercen hacia ellos y se quejaron de que estos temas sólo vayan dirigidos hacia mujeres, inferencia que hicieron ellos  mismos y denota la naturalización de la violencia contra las mujeres y la heterosexualidad de los participantes en esa conversación ya que interpretaban violencia de pareja  como algo necesariamente ejercido de un hombre hacia una mujer.
[9] Fernández, Anna M. 2001.Desacatos No.6  Primavera-Verano 2001.
[10] Dorlin, Elsa (2009) Sexo, género y sexualidades. Introducción a la teoría feminista Nueva Visión, Buenos Aires.

[11] Viveros, Mara (2008) “Teorías feministas y estudios sobre varones y masculinidades. Dilemas y desafíos recientes”, en Juan Carlos Ramírez, Masculinidades. El juego de género de los hombres en el que participan las mujeres, Plaza y Valdés, México.
[12] Aunque considero  que el hecho de converger con ambos compañeros está atravesado  también con incursión en la lógica del activismo, y que muchas de sus respuestas también se encuentra endosadas en esa parte que compartimos en nuestras  biografías, aunque por otro lado el activismo esta también conformado en su mayoría por personas de estas áreas de conocimiento; lo que no quiere decir es que todo antropólogo, psicólogo, comunicador , humanista, investigador social, filosofo, etc. Se mueva dentro de las mismas lógicas por el simple hecho de corresponder a estas áreas del conocimiento.
[13] Connell, R. W (2001) Educando a los muchachos: nuevas investigaciones sobre masculinidad y estrategias de género para las escuelas en Nómadas.



Bibliografía.
  • ·         Connell, R. W (2001) Educando a los muchachos: nuevas investigaciones sobre masculinidad y estrategias de género para las escuelas en Nómadas
  • ·         Dorlin, Elsa (2009) Sexo, género y sexualidades. Introducción a la teoría feminista Nueva Visión, Buenos Aires, pp. 31 – 47.
  • ·         Fernández, Anna M. 2001.Desacatos No.6  Primavera-Verano 2001.
  • ·         Martin Casares, Aurelia (2006)  Antropología del género. Culturas, mitos y estereotipos sexuales. España. Ediciones cátedra. Universitat de Valencia. Instituto de la Mujer
  • ·         Saucedo González Irma (2010)  “Identidades de género y violencia: la prevención en el sistema educativo” en Lara López Ana Laura (coord.) Género en educación. Temas, avances, retos y perspectivas. México. UPN, SNTE, Fundación para la cultura del maestro, Plaza y Valdés Editores. pp. 201-214.
  • ·         Viveros, Mara (2008) “Teorías feministas y estudios sobre varones y masculinidades. Dilemas y desafíos recientes”, en Juan Carlos Ramírez, Masculinidades. El juego de género de los hombres en el que participan las mujeres, Plaza y Valdés, México, pp. 25-39.

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