Discursos legítimos del saber: disciplinas que norman la mirada
(Reflexiones en torno
al violentómetro)
Introducción
El
presente trabajo pretende realizar una
breve reflexión en torno al uso de violentómetro como una alternativa en el
tratamiento para prevenir y erradicar la violencia en las relaciones de pareja;
la reflexión se basará principalmente en el análisis de una breves entrevistas
realizadas a 12 universitarios, pertenecientes a las facultades de Administración, Biología, Ciencias de la Computación,
Ciencias de la Comunicación, Ciencias Químicas, Electrónica y Psicología. Las
preguntas realizadas, siempre en el mimo orden y enunciación, fueron las
siguientes:
11) ¿Conoces
el violentómetro? En caso de que la respuesta fuera positiva se increpaba dónde
era que lo había conocido.
22) ¿Consideras
que ayuda a prevenir y erradicar la
violencia? ¿Por qué?
33) Tendrías
alguna recomendación para mejorarlo…
Aunque
el número de entrevistados se contó con un porcentaje equitativo entre hombres
y mujeres, esta particularidad numérica que podría leerse como un intento de
observar puntos de vista equitativos entre hombres y mujeres es más bien obra
de la casualidad dada por la naturaleza de la muestra[1], que no es una muestra
aleatoria ni representativa en sentido estricto de los requerimientos que un
estudio cuantitativo exige, sin embargo esto no demerita las cualidades del
presente trabajo, al contrario el análisis y la realización de entrevistas se
ven enriquecidos al establecerse en
marcos más amigables y menos rígidos que
logran sortear la formalidad de la entrevista acontecida entre desconocidos.
Una vez establecidas las particularidades de la
muestra es necesario establecer la
violencia de género como el principal eje analítico, el cual nos servirá de
marco interpretativo para leer las respuestas dadas por los entrevistados,
atendiéndolas más allá de aquello verbalizado,
con la finalidad de problematizar las respuestas dadas dentro las lógicas de las relaciones de
poder en un sentido foucaultiano acudiré a la noción de violencia de género que
plantea Irma Saucedo en el texto Identidades
de género y violencia: la prevención en el sistema educativo
La
violencia de género es un efecto de las relaciones de poder, en una sociedad
marcadas por la diferenciación sexual; este poder múltiple asociado con la
identidad de género no se ubica solo en el estado o los espacios
tradicionalmente relacionados con el poder, ya que se reproduces en todos los
espacio de interacción. (Saucedo,2010:203)[2]
Esta
noción permitirá leer las respuestas como consecuencias de las relaciones de
poder que los ha modelado y hecho devenir
sujetos de género, un devenir sujeto de género que se encuentra en constante
retroalimentación con los diferentes espacios cotidianos que contribuyen a
perpetuar lógicas basadas en la diferenciación sexual, espacios como el
escolar, particularmente la universidad un lugar de producción y reproducción
discursiva de saber-poder, lugar
común de los entrevistados, lugar que parafraseando a Aurelia Martín Casares (2006)[3] continua siendo el lugar
que la ciencia emplea para explicar el mundo en masculino, cuyo punto de
referencia y universal por excelencia es la figura del VARÓN.
La
manera en que se estructura este ensayo obedecerá al orden de las preguntas
realizadas, que van del reconocimiento del violentómetro, la reflexión al
respecto de su utilidad y la posibilidad de pensar la manera de mejorarlo, a
estos breves apartados se anexará otro
más para abordar los incidentes y comentario acontecidos cuando se realizaron las entrevistas una vez
que la grabadora dejo de cumplir con su labor; finalizaré con mi
posicionamiento personal y las plantearé algunas reflexiones a manera de
conclusión.
¿Quién
conoce el violentómetro?
Del
número de encuestados 5 conocían el violentómetro, todos ellos lo conocieron
dentro de un contexto escolar, y dos de ellos de manera reciente debido a las
medidas que actualmente se están tomando en la BUAP, dentro del periodo del rector Antonio
Esparza, las medidas se han tomado en respuesta a las demandas que el sector
ciudadano y la comunidad universitaria han hecho ante el nulo posicionamiento
de la Universidad en torno a la situación que aqueja a las poblanas.
Dentro
de las personas 7 personas restante, seis no conocían el violentómetro y una recuerda
haber escuchado alguna vez nombrarlo a manera de broma pero no lo conocía de
manera física. En un primer vistazo a estas cifras tenemos que la mayoría de
nuestros entrevistados no conocían la existencia de esta herramienta que busca
la erradicación de la violencia en la pareja, una de las entrevistadas comento
haberlo conocido a través de la
denostación del mismo, dos personas lo ubican porque últimamente ha comenzado a
parecer en los pasillo BUAP y sólo tres
de los entrevistados lo conocieron a través de charlas o investigaciones
promovidas por centros educativos.
¿Qué
nos dice este imperante desconocimiento? Nos habla de cómo hasta el momento la
violencia en las parejas/ el noviazgo/ las relaciones de amistad/ el free y
extrapolando un poco más la violencia en el matrimonio no se encuentran dentro
de las prioridades sociales a tratar, discutir y problematizar al interior de
los centros educativos, estos problemas no se encuentran dentro de las agendas
escolares a pesar de involucrar potencialmente a toda su población.
Haciendo un símil entre el planteamiento de
Aurelia Martín Casares (2006)[4] sobre el androcentrismo, diremos que la violencia que
acontece entre los miembros de la comunidad universitaria por parte de sus
parejas, muchas veces sus pares o miembros también de la comunidad, al no ser
enunciada, ni tener espacios que propicien su enunciación suele ser omitida de
manera intencional ante el menoscabo del impacto que tiene en el desempeño
estudiantil o el poco impacto que se considera puede tener dentro de los
indicadores y estándares de calidad, es decir en correspondencia con un
proyecto ideológico y político dicha omisión suele ser deliberada.
¿A
quién le sirve el violentómetro?
La
pregunta número dos abrió un panorama diverso sobre como los entrevistados
perciben el violentómetro y también comenzó a revelar el interés o
indiferencia que se tiene respecto a los
temas que tiene que ver con la violencia de género, su prevención y erradicación;
sí contamos las respuestas de manera contundente podemos decir que impero la negativa
desde diferentes lecturas e interpretaciones de lo que debiese ser la atención
a estos casos, desde como realmente podría haber un cambio, dentro de estas
siete negativas a la utilidad del violentómetro podemos hallar los siguiente:
- La desvinculación de la prevención como una manera básica de erradicación de la problemática, al encontrar argumentos que sitúan al violentómetro como algo que sirve para ubicar tipos de violencia pero que al sólo ubicarlos no es útil para quienes viven violencia al momento de conocerlo.
- Respuestas que reconocen soluciones contundentes para erradicar la violencia únicamente la búsqueda de ayuda profesional, que repite las lógicas patologizantes de la violencia en la pareja.
- - La dudosa efectividad de la herramienta al interpretarse más como un objeto de burla que como una fuente de conocimiento o reflexión, lo que alimento la indiferencia de los receptores, reflejado en un entrevistado quién llanamente respondió No, Solo he visto a gente decir que son mamadas.. No sé… me da igual… no me impacto en nada (Entrevista 11)[5]
Dentro
de esta respuesta hubo dos entrevistados que no polarizaron sus respuesta y
contemplaron al violentómetro más bien como herramienta que puede ayudar a la
toma de conciencia pero que por sí sólo es información más bien vaga, que
podría no llegar al receptor de manera adecuada o confusa, puntualizando
que el violentómetro no contempla la
gravedad de la problemática, dónde la víctima de violencia ha naturalizado
tanto los ejercicios coercitivos sobre si misma que al ver/ mirar el
violentométro no se encuentra identificadx dentro de estos parámetros; cabe
mencionar que estos entrevistados han estado en contacto con Asociaciones
Civiles que trabajan con temas afines a esta encuesta, por lo que sus respuestas
fueron más reflexivas y extensas.
Las
tres personas que consideran que el violentómetro ayuda a prevenir y erradicar
la violencia en general no dieron
respuestas abundantes al encontrarse por primera vez con su representación, se
mostraron más bien entusiastas, aunque las reacciones generadas en cada persona
fueron diversas:
- En la entrevista número 5 podemos observar una respuesta positiva a medias, y un comienzo de un cuestionamiento ante el desconocimiento de la herramienta y la posibilidad de que el agraviadx se niegue a hablar.
- - La entrevista 7 se dio una respuesta favorable, al expresar que le parecía coherente el aumento de los grados de violencia hasta llegar a la muerte.
- Finalmente el entrevistado número 10 respondió apelando a que el violentómetro habré la posibilidad de reflexión, sin embargo se refirió a este como violentímetro lo que nos invita a reflexionar acerca de la manera en que los universitarios están leyendo esta información, llegando a comprenderla y apropiarse de ella o no.
En
esta pregunta que exige un nivel de reflexión en torno a la utilidad del violentómetro
podemos observar un posicionamiento en torno al área de saber dónde se
desenvuelven, por ejemplo los ingenieros pusieron un mayor grado de atención la
parte cuantificable y se apropiaron de la segmentación de la pregunta que
contemplaba el conector “y” en el ayuda a prevenir y erradicar la violencia para sistematizar en dos etapas
el procesos de erradicación, es decir desvincularon la prevención como parte
del procesos de erradicación, lo que les
permitió emitir un no tajante.
Por otro lado las respuestas de la psicóloga y
el comunicador que no atinaron a dar una respuesta contundente se cuestionaron
sobre la manera en que la información llegaba al receptor y este la
interpretaba, no dudaron en dar en sus respuestas posibles alternativas de
manera de amplia, y pidieron la profundización de los temas siempre pensando en
los posibles receptores.
Esto
nos puede arrojar a pesar del pequeño acercamiento poblacional que el contenido
de la licenciatura influye en la manera en que se procesa la información, se
abstrae y se da respuesta a las problemáticas sociales, influye en el modo de
enunciar, es decir, la pertenencia a un
área del conocimiento permea en el universitario y su posicionamiento ante
determinadas problemáticas sociales, retomando a Aurelia Martín Casares (2006)[6] el encontrar estas
diferenciaciones nos da cuenta de la dimensión política del conocimiento.
¿Quién
recomienda qué?
El
análisis de las respuestas de la tercera pregunta viene a reforzar la división
anteriormente propuesta, podemos observar a las personas pertenecientes a las
ingenierías con propuestas materiales y materializables, pensadas
específicamente en cambios que se pueden hacer al violentómetro de manera
física, propuestas como:
- Tomar los colores del semáforo para hacerlo más comprensible
- Incluir número telefónicos a dónde pueda acudir la persona al darse cuenta que padece alguno de los tipos de violencia contenidos en él.
Así
mismo es de este sector de la población estudiantil dónde se encontraron las
respuestas más normativas como:
- La búsqueda de perfiles de jóvenes violentos, obviando la violencia como algo inherente a los hombres.
- La búsqueda de ayuda profesional, estigmatizando la violencia como algo anómalo.
- La certeza de que con las leyes basta para prevenir y erradicar la violencia, considerando cualquier otra alternativa como redundantes.
- Así como paradójicamente se insistió en hacer más público algo que en un primer momento catalogaron como inútil.
Mientras
que los entrevistados de psicología y comunicación insistieron en la necesidad
de acompañar al violentómetro de charlas que ayudarán a una comprensión más
profunda de la problemática social, o de un tríptico, apostando por la
necesidad de profundizar la reflexión en torno a un tema complejo, y pensando
en las necesidades de los posibles receptores hicieron sugerencias que pudieran
impactar a nivel explicativo y no sólo en el plano simbólico como los
compañeros de las áreas de exactas, las sugerencias dadas por estos dos
compañeros versaban en ejemplos de las situaciones de violencia o dibujos que
dieran más claridad a lo expuesto en el violentómetro.
Las
respuestas dadas a esta tercera pregunta complementa el planteamiento tomado
desde Aurelia Martín (2006)[7] que no sólo plantea la
dimensión política del conocimiento sino también como en función a este nos encontramos condicionaos en la manera en que
potencialmente podemos transformar la realidad y emitir propuestas de cambio,
determinadas por nuestras áreas de conocimiento que son interpretadas desde el
planteamiento de Irma Saucedo como efectos de la relaciones de poder que
impactan en los saberes que a su vez construyen la manera en que como
universitarios de diferentes áreas del conocimiento aprehendemos al mundo e
influyen en la medida en que podemos aportar soluciones o nuevas perspectivas.
Comentario
e incidentes.
Este
apartado es un pequeño paréntesis para no dejar de mencionar un incidente que
sucedió cuando me dispuse a realizar las entrevistas entre los compañeros de
ingenierías que asisten a comer a una pequeña cocina económica ubicada en el
Fraccionamiento Jardines de San Manuel, ya que mientras realizaba las preguntas
con la grabadora en mano las respuestas fueron muy formales, sin embargo cuando
la grabadora fue retirada y los compañeros continuaron su charla cotidiana
comenzó la dinámica de la mofa[8] que enunciaba la
entrevistada número 12.
La
burla respecto a la violencia de género se hizo evidente, la naturalización y
la legitimación a través de la mofa aparecieron en un doble discurso, valido
mientras se está con los amigos en un ambiente de relajo pero no lo
suficientemente valido para expresarlo de manera oficial, apelando a las
lógicas que plantea Matthew
Gutmann (2001)[9]
en su texto Ni macho ni mandilón al dar cuenta de las
inconsistencias que se crean durante el discurso, las contradicciones entre lo
que dicen que hacen y lo que realmente hacen, contrapone la imagen del macho mexicano con el deber ser de un hombre, o en este caso la imagen
que se construye como hombre viril cuando esta con los amigos frente con lo políticamente correcto que se demanda
de hombre universitario.
Acudiendo la reflexión de Elsa Dorlin (2001)[10] respecto al género como una relación
de poder que garantiza su reproducción gracias a las múltiples mutaciones del
sistema categorial que produce y sobre el cual se adosa, que puede explicar
como de un mismo sujeto pueden emitirse juicio contradictorios en un mismo
espacio, que varían sólo ante la
presencia de un aparato tecnológico que puede captar y reproducir este mensajes
en ambientes dónde el discurso con el que se legitiman como parte de un grupo
de hombres ingenieros que podría no ser tan bien acogido; cosa que sucedió
posteriormente cuando la novia de uno de los entrevistados se incorporó después
a la dinámica y al ser increpado por mi respecto a sus anteriores mofas el
entrevista se sonrojo sin emitir respuesta alguna.
Estas
contradicciones de orden discursivo que varían según la posible
audiencia nos da cuenta de aquello que
Mara Viveros (2008:30)[11] denomina resistencias masculinas al cambio y que
explica como diversos comportamientos
cotidianos individuales y colectivos que realizan los hombres con el fin
de proteger sus privilegios, dónde la broma, en este caso, juega un papel
fundamental para la reafirmación de aquella masculinidad perdida en manos de la
corrección política que se exige acorde con un grado educativa, corrección
política que puede ser referida en un nivel enunciativo aunque que no
necesariamente se esté en acuerdo con lo que se plantea, quedando la broma, el
chisme o el chiste como espacios no reglamentarios de poder dónde es posible
clamar descontento.
Reflexiones finales
A manera de conclusión diré que mi
perspectiva acerca del violentómetro se encuentra más cercana a la de los
compañeros de carreras relativamente afines a la mía[12], considero que el
violentómeto como herramienta en la erradicación de la violencia es una propuesta
interesante pero no debe perderse de vista que es un herramienta y que como tal
debe ir acompañada de una charla o un dialogo con la población a la que se
pretende que impacte, ya que cómo lo abordamos en el presente trabajo la manera
en que se asimila y procesa la información varía de acuerdo a los referentes
culturales que se poseen y se encuentra
condicionada, en los casos analizados una determinante importante es el
campo del saber en que el sujeto se encuentra circunscrito, por lo que es posible
deducir que el contenido temático, los métodos para acceder al conocimiento y
la episteme misma es que se centra una disciplina influye más de lo que
podríamos adivinar en los educandos, reforzando determinados estereotipos de
género y la violencia que estos
conllevan.
Una vez dicho esto es necesario
problematizar el papel de las ciencias, como discursos saber poder que están
reforzando la constitución de los sujetos dentro de los niveles normativos del
conocimiento, que estas ciencias denominadas también disciplinas, mucho tienen
de disciplinarías al reproducir discursos ideológicos y políticos que encumbran
a determinados sujetos sobre otros, sesgan la posibilidad de acción e impacto
de sus aprendices al dotarlos de conocimientos que a su vez
incluyen cargas valorativas, jerarquizantes y prejuiciadas respecto al otro.
Para ir cerrando externaré a modo de
cierre un pensamiento que me ha circundado al abordar los temas de masculinidad
respecto a las compañeras que se encuentran inmersas en un primer momento
dentro del área de exactas, para subrayar como a través de la retícula escolar,
o en términos de Conell (2001)[13] las materias como
vértices de masculinidad, refuerzan
determinados pensamientos androcéntricos que no sólo impactan en los varones
que toman esas mujeres sino también en las mujeres que comparten esa misma área
del conocimiento, y que al formase dentro de estas disciplina también son
modeladas y suelen legitimarse a través del desdén al otro, a la otra de su
mismo sexo, el desprecio a las ciencias y materias que podrían considerarse
femeninas o blandas, comprendiendo lo masculino en este momento desde la
concepción hegemónica y universalista que comprende al encumbrar a determinados sujetos
sobre otros y a partir de estos esbozar una lista vertical en función de
diferentes características.
Esta inquietud me ha trastornado
últimamente, ya que la reflexión en torno a la masculinidad hegemónica que aprendemos, producimos y reproducimos no
sólo afecta a las compañeras de ingeniería, sino que extrapolando el modelo a
la universidad, una institución gestora de discursos legítimos de saber-poder,
y como esta reflexión termina también por comprendernos a nosotras y la manera
en que desde nuestra posición nos miramos frente a las otras mujeres, desde la
manera en que podemos o no involucrarnos en los lugares de saber, en la
academia, en el salón de clases, adaptándonos a determinados códigos de
comportamientos y maneras de interactuar que se obvian pero rara vez se ponen
en tela de juicio o nos detenemos a cuestionar en cómo permea en los modos en que podemos compartir nuestro
conocimiento con los que podríamos llamar nuestros “pares”, la familia, los
vecinos u otras mujeres fuera del contexto universitario.
Tal vez sea necesario problematizar
que como mujeres nos encontramos constantemente incursionando en estos espacios
tradicionalmente relacionados con el poder, y que esto no quiere decir que nos
despojamos y/o reapropiamos de nuestra feminidad en la medida en que entramos o
salimos de ellos, ya que estos espacios se encuentran circunscritos en nuestra
cotidianidad, sin embargo me parece también reduccionista continuar hablando de
la masculinización de las mujeres como si la masculinidad fuera algo propio de
los hombres (de tener un pene).
La cuestión se complejiza cuando
encontramos lo que podríamos ubicar en
Mara Víveros como resistencias
masculinas al cambio en mujeres también, y que haciendo lecturas desde
otras posturas podríamos ubicar a estas mujeres como mujeres patriarcalizadas,
machos con vulva, pero que en un plano representacional se queda únicamente en
la descripción o adstracción de símbolos que podrían parecer contradictorios
pero que finalmente nos cruzan a todas de manera continua, si bien Judith
Halberstam comienza visibilizando la masculinidad femenina al abstraer la figura de la machorra y desestabilizando la idea de correspondencia entre representación, el deseo y
el género la discusión apenas ha llegado a la mesa .
Entonces ¿Qué pasa con las mujeres femme cuya
representación, construcción genérica y deseo se corresponde pero en su
práctica profesional o área de trabajo, al momento de integrarse en este
sistema de competencia neoliberal, adquieren actitudes que no se considerar
propias de la feminidad que enarbolan?,
la heterosexualidad y la correspondencia con un modelo coherente como el
sexo-género que plantea Rubin se desbordan al plantearse como inamovibles,
tal vez la explicación comience a vislumbrarse en la propuesta del sujeto excéntrico que plantea Teresa De
Lauretis pero de momento es necesario poner punto final a este ensayo.
[1]
Con ello me refiero a que muchos de los encuestados son personas con los que
convivo habitualmente, al vivir en un área dónde viven estudiantes foráneos compartí mesa en cocinas
económicas con ellos, algunos otros han sido
mis vecinos, roomies o compañeros en actividades extracurriculares
universitarias.
[2] Saucedo González Irma (2010) “Identidades de género y violencia: la
prevención en el sistema educativo” en Lara López Ana Laura (coord.) Género en
educación. Temas, avances, retos y perspectivas. México. UPN, SNTE, Fundación
para la cultura del maestro, Plaza y Valdés Editores. p. 203.
[3]
Martin Casares, Aurelia
(2006) Antropología del género.
Culturas, mitos y estereotipos sexuales. España. Ediciones cátedra. Universitat
de Valencia. Instituto de la Mujer.
[4]
Ibídem
[5] Se
anexa cuadro con entrevistas al final.
[6]
Ibídem
[7]
Ibídem
[8]
La dinámica de la mofa o burla que cito en este texto consistió en comentarios
respecto al violentómetro, a ¿qué pasa si detectaban la violencia en el número
30?, haciendo referencia a que ya
estando muertos para qué, bromearon sobre la violencia que ejercen hacia ellos
y se quejaron de que estos temas sólo vayan dirigidos hacia mujeres, inferencia
que hicieron ellos mismos y denota la
naturalización de la violencia contra las mujeres y la heterosexualidad de los
participantes en esa conversación ya que interpretaban violencia de pareja como algo necesariamente ejercido de un
hombre hacia una mujer.
[9] Fernández,
Anna M. 2001.Desacatos No.6 Primavera-Verano
2001.
[10]
Dorlin, Elsa (2009) Sexo,
género y sexualidades. Introducción a la teoría feminista Nueva Visión, Buenos
Aires.
[11] Viveros,
Mara (2008) “Teorías feministas y estudios sobre varones y masculinidades.
Dilemas y desafíos recientes”, en Juan Carlos Ramírez, Masculinidades. El juego
de género de los hombres en el que participan las mujeres, Plaza y Valdés,
México.
[12]
Aunque considero que el hecho de
converger con ambos compañeros está atravesado
también con incursión en la lógica del activismo, y que muchas de sus
respuestas también se encuentra endosadas en esa parte que compartimos en
nuestras biografías, aunque por otro
lado el activismo esta también conformado en su mayoría por personas de estas
áreas de conocimiento; lo que no quiere decir es que todo antropólogo,
psicólogo, comunicador , humanista, investigador social, filosofo, etc. Se mueva
dentro de las mismas lógicas por el simple hecho de corresponder a estas áreas
del conocimiento.
[13]
Connell, R. W (2001) Educando a los muchachos:
nuevas investigaciones sobre masculinidad y estrategias de género para las
escuelas en Nómadas.
Bibliografía.
- · Connell, R. W (2001) Educando a los muchachos: nuevas investigaciones sobre masculinidad y estrategias de género para las escuelas en Nómadas
- · Dorlin, Elsa (2009) Sexo, género y sexualidades. Introducción a la teoría feminista Nueva Visión, Buenos Aires, pp. 31 – 47.
- · Fernández, Anna M. 2001.Desacatos No.6 Primavera-Verano 2001.
- · Martin Casares, Aurelia (2006) Antropología del género. Culturas, mitos y estereotipos sexuales. España. Ediciones cátedra. Universitat de Valencia. Instituto de la Mujer
- · Saucedo González Irma (2010) “Identidades de género y violencia: la prevención en el sistema educativo” en Lara López Ana Laura (coord.) Género en educación. Temas, avances, retos y perspectivas. México. UPN, SNTE, Fundación para la cultura del maestro, Plaza y Valdés Editores. pp. 201-214.
- · Viveros, Mara (2008) “Teorías feministas y estudios sobre varones y masculinidades. Dilemas y desafíos recientes”, en Juan Carlos Ramírez, Masculinidades. El juego de género de los hombres en el que participan las mujeres, Plaza y Valdés, México, pp. 25-39.