viernes, 10 de febrero de 2017

Señor don machirrín chin chin

No-estimado señor machirrín, contrariando el proclamo “Nombre al macho, nombre al macho” que yo suelo secundar, no diré su nombre, pues no me tomé la molestia de aprenderlo, ya que en mi mundo guajiro había decido vivir en paz, guardando la llave de mi cámara de gas feminazi para nunca encontrarla jamás y vivir  en igualitarismo (sic), decidí pasar por alto sus comentarios sobre el aborto y las mujeres borrachas que no merecen el acceso a la ILE, o las hijas que deben explicar a sus padres porque quieren abortar y bajo qué circunstancias concibieron (espero esa hija solo sea hipotética), y contrariándome más aún pase por alto que demeritara mi opinión basándose en mi supuesta corta edad  y lo poco que sé de la vida al no vivir como usted situaciones difíciles, ignoré también su desafiante lenguaje corporal, limitándome únicamente a cuchichear mi descontento;  porque una vez más contrariando la premisa que compartió conmigo una mujer a la que estimo y admiro en demasía, decidí echar en saco roto aquel  sabio consejo : “al macho patriarcal no se le enfrenta, se le exhibe”

¿Por qué decidí ser educada? Muy sencillo, por cortesía con la persona que lo acompañada, porque / ¿por qué? este tipo de  machos  vestidos de progres (o lobos y ovejas, si lo prefieren) bajo el argumento de estar aprendiendo tienden a rodearse de valiosas mujeres, a las que mi sororidad (de dos pesos)  suele no querer agraviar…

Y todo hubiese sido un mero acto diplomático, si usted don machirrín al ver que me retiraba se limitaba a ignorar mi salida, pero obviamente no fue así, sino que se tomó la molestia de detenerme, asiendo  uno de mis brazos, con un permiso que se auto otorgo en ese momento ya que no recuerdo haberle dado la confianza para tocarme.

Acto seguido dijo estas sabias palabras:  “ya te vas sin despedirte, no te enojes” , menuda manera de intentar exhibir el desacuerdo que tuvimos, de exhibir a  la mal educada que desconoce la buena costumbre de despedirse, y entonces me preguntó:  ¿Quién se cree usted para interferir en mi trayecto?, ¿Qué derechos cree que tiene sobre mi para tomarme del brazo? y más aún ¿Por qué cree que yo deba despedirme de usted, y no sólo despedirme sino hacerlo de buen modo?, le preguntaría de qué privilegios cree gozar, pero creo que esos los conoce muy bien ya que hizo uso de ellos,  quizá usted no pueda dimensionar la indignación que yo sentí  en ese momento y que aumenta en la medida que escribo estas líneas y reflexionó lo acontecido hace apenas un par de horas. 

Pero continuemos  con este ejercicio de retórica que espero sirva un poco para apaciguarme,  estábamos en que yo no quise exhibir su pensamiento machista en la plenaria, pero usted no tuvo reparo en hacer notar lo irrespetuosa que era el no despedirme… a lo que yo le respondí que no me había despedido de nadie y que mejor se pusiera a reflexionar en lo que hablamos, entonces recibí otro  “no te enojes” esta vez con un bonus de “tú piensas así porque trabajo con esos temas”, ya saben la siempre latente intolerancia de mi yo feminazi ante los pobrecitos hombres a los que vulneramos una y otra vez con nuestros argumentos, y me puse a pensar en mandarle un inbox a Nacho Progre para ver si en su página me ayudaba a divulgar mi disculpa ante el aludido, quién obvio debe andar entre sus adeptos, sin embargo me salió más del hígado hacer esta entrada.


 Para finalizar diré: señor don machirrín la desagradable sensación de su mano rodeando mi muñeca se me va a pasar mañana, incluso el coraje con esta breve entrada podría ya estar disipándose, pero a usted las miradas de desaprobación que afirman aquello que usted niega ser lo van a perseguir y la razón es sencilla aunque el macho se vista de verborrea progresista macho se queda. 

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