Había una vez un circo llamado Ciencia dónde el león Raciocinio era la estrella, este acabo por amaestrar a su propio domador a quién apodaban investigador y se había formado justo allí bajo la carpa de la Ciencia, investigador trataba de enseñarle nuevos trucos y Raciocinio rugía con estruendo -tal vez mañana- se consolaba investigador -no debo abrumarlo con cuestiones tan novedosas- y al día siguiente todos listos para el espectáculo de la Ciencia, la carpa llena , Raciocinio y sus mismos trucos y el mismo rugido en los mismos decibeles y con la misma entonación y la gente aplaudía ; - quizá mañana- se repetía investigador -quizá mañana-.
Porque la Ciencia primero nos hace domadores como a investigador y luego uno ingenuo domador intenta rehacer a su estrella Raciocinio; tendríamos entonces que preguntarnos habría circo sin león o león sin circo asumiendo siempre la secundariedad del domador.
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