Ayer Jugaba ajedrez y pensaba
o más bien jugaba a pensar,
en que el mundo es un tablero
y todo tiene un final,
no hay reinados
infinitos
ni movimientos al azar;
en este glorioso juego
dónde el peón quiere ser rey,
a veces se logra coronar
otras solo llega a respirar;
casilla a casilla busca avanzar,
buscando progresar
administra movimientos
la meta puede vislumbrar,
y aunque camina a paso lento
piensa al coronarse lo que hará,
no hay otra cosa en el horizonte
allá esta la libertad,
no hay cosa más sublime
dentro de la tallada cabeza
que negar su naturaleza
y convertirse en otra pieza.
También los existen caballos,
los que se creen libres sin reparar
que su capacidad saltarina en un turno terminará:
tres casillas en “L” ,
¡he allí su final!
Al lado del rey los
alfiles ,
quienes solo se mueven en diagonal,
de un extremo a otro, sin mayor variedad,
ven todo blanco o
negro
y dentro del existir claro oscuro
solo piensan en ganar.
Al extremo de la segunda línea
Las torres deben sostener
al inútil monarca indefenso al que deben defender,
lineales y bajitas,
apocadas en comparación de él,
prestas a enrocar la
vida con tal de salvar al rey,
las torres siempre pequeñas
solo más altas que el peón,
dan la vida sin pensarlo
no tienen pretensión.
Luego esta la reyna
la más alta aspiración,
la pieza más útil, no tiene comparación.
Finalmente se encuentra el rey
su figura sale airosa,
presente y ausente en el campo
aparentemente inocente,
es la pieza más ventajosa,
su presencia es tormentosa,
ya que no hay pieza más engorrosa
que aquella que
siento débil
se siente poderosa.
Entorno a una figura
se estructura el complejo juego,
estrategia y movimiento,
para al final encontrar
que tanto peón como rey
una casilla pueden avanzar,
la “enorme diferencia” versa
en la orientación del movimiento,
la diferencia es de flancos
que el peón no puede notar
ya que esta tan enfocado
tratando de llegar a la meta
para una vez coronado
romper con aquel destino fatal.
No te aflijas querido peón mío,
el destino por algún desatino
el destino por algún desatino
te ha condeno a anhelar,
y siendo la más insignificante pieza
guardas un gran potencial,
por si eso fuese poco
todo tiene un finalpor si eso fuese poco
los tableros son finitos
la meta al menos podrás vislumbrar
pero tampoco anheles tanto
que aunque la corona puede ostentar
rey solo existe uno, eso tampoco es fruto del azar…
y en este juego que es la vida
dónde el peón quiere ser rey
todo se acaba,
los tableros no son infinitos
y también se acaba la fe.
y en este juego que es la vida
dónde el peón quiere ser rey
todo se acaba,
los tableros no son infinitos
y también se acaba la fe.
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