Querida Monique:
Usted y yo, y nuestra lesbianidad mal sana; usted tan fina y recatada, tres besitos en las mejillas al saludar, su bien formada espalda recta cuando se sienta a la mesa mientras sus exquisitas manos de pianista esgrimen mi entrepierna encubiertas por el delicado mantel, para luego deslizarte como si nada, es usted simplemente incorregible o por lo menos ruego que así lo sea, nunca cambié.
Siempre suya M.
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