No puedo precisar en qué fecha de marzo estoy atrapada, todos los días como recordatorio de algo incierto me despierto y miro ese enorme organizador que compre en un lapsus de entusiasmo. Cómo regalo de cumpleaños me obsequiaré recuperar el transcurso del tiempo actual, y al menos por un día será mayo.
Supongo que perdí abril en la cama de algún desconocido, que entre sábanas ajenas termine por extraviar treinta días enteros, mientras me buscaba a mí misma dentro de otros, o más bien permitía que otras personas buscarán en mí quién sabe que cosa, me gustaría que hubiera un arco de redención pero no es así en la vida real, tener la ropa limpia y en orden es suficiente, hacer más sería vanidad.
Se acerca el cierre de mayo y no logro terminar está nota, ni concretar de cambiar el mes en el organizador, ni de poner al día mi agenda. El mes que perdí mi mamá me dió primeros auxilios emocionales, y me recordó algo muy lindo sobre ser yo, mientras la escuchaba y me aguantaba las ganas de llorar, tal vez porque nunca tenemos pláticas íntimas, me pidió que recordara que desde muy pequeña fui una niña que prefirió los libros antes que los juguetes, y supongo que con eso me recordó mucho, quizá debí hablar con ella antes de permitir que tanto mequetrefe, a quién no me interesa explicar las referencias literarias de mi piel, se diera vuelo escudriñando recovecos que jamás podrían descifrar, ya que el mapa de mis lunares está escrito en clave literaria y no permito que cualquiera tenga acceso a él.
Durante el mes de abril me sentí Joaquín Sabina, tan sobrada de personas en mi cama que podrían confundirme con un hombre, atino a pensar que parte de mis días perdidos quisa se encuentran entre algunas de sus canciones, tal vez alguna donde se hablé sobre ser tan basta para sobrarle a otros, ya que para criticar los amores civilizados me sobran letras y ganas de elegir lociones ajenas.
En la punta de la nariz balanceó el antifaz de los 32 años y la ocasional lamentación de no contar con ninguna divorcio en mi haber, un divorcio cómo signo inequívoco de que no he sido cauta o de que no he encontrado a alguien lo suficientemente audaz y descocado como para jugarsela conmigo, ni siquiera como experimento social. Hoy una galleta de la fortuna me dijo que "el matrimonio es algo a lo que se tiene que dedicar plenamente", recordándome a la mujer domesticada de la que habla Gayle Rubín, pienso que la dedicación no es más que un cúmulo de buenas intenciones difíciles de materializar, una tarea ardua para tratar de vislumbrar un horizonte, supongo que el matrimonio es un cielo muy dulce que se experimenta como ideal mientras dura el cortejo y que se acaba con el ritual que lo materializa.
Siendo así no entiendo porque me chaqueteo tanto, y permito que urguen tanto en mí, para qué si las respuestas más obvias las detonan los textos más parcos, pero aún así voy por ahí esperando tener epifanías en colchones ajenos cada mes de abril.