sábado, 28 de enero de 2023
Las heroínas románticas
Me molestan mucho las heroínas románticas,he de empezar por decirlo con toda franqueza, ellas enamoradas del amor y de hombres taaaan poco sensatos, pienso en Ofelia, en la Maga y la trágica Margatira Gautier, todas tan descocadas y poco práticas, tan despojadas de la razón pero diciendo verdades transcendentales, harto infravaloradas, cuál jarrones ornamentales, bonitas y aparentemente vacías, ven marchitar todas sus flores, sus diálogos y su vida sólo cobran valor una vez muertas.
Sólo a los hombres se les ocurren destinos tan trágicos para las mujeres que aman, Shakespeare, Cortazar y Alexander Dumas no son la excepción, sólo un onvre podría mirar como una criatura frágil a ese animal sexuado, que sangra por tres días y no muere, que se dilata, se parte, se bifurca y da vida, sólo un onvre pensaría eso y le parecería coherente, y sólo los lectores ávidos de historias masculinizadas les darían la razón y les convertirían en clásicos.
Hasta ahora la que más me parecía absurda era la Nena Daconte, blanca y tonta, casada con alguien igual de tonto que ella, muerta por la espina de una rosa, tonta, tonta y retonta, rídicula al extremo, reflejo de alguna realidad inverosímil, esto era hasta hace poco que me enteré de una muerte nueva que supero totalmente a las anteriores, en automático pensé que ni al Gabo Márquez, aún estando señil y proveniente de una país tropical del tercer mundo, se le pudo ocurrir algo tan patético como morir por el piquete de un mosquito.
¿Quién muere por el piquete de un mosquito, joven, enamorada, lozana y bella -y hasta antes del acontecimiento sana-?
Hasta yo maldije con ese giro en la trama argumental, será cosa del destino o de Dios, del dios cátolico que también es onvre e irascible. ¿Quién iba a decir que la vecina a la que escuchaba gemir todas las mañana iba a morir así?, Nadie hubiera podido predecir ese giro argumental, en el arco de la vida.
Me molestó tanto enterarme, y creo que me molesta más por las trágica maneras de morir, como la niña guatemalteca, la que murió de amor (sic), ¿Quién muere de algo tan absurdo cómo que alguien se case con otra persona?, en todo caso habrá muerto de desamor. De desamor a sí misma, de autoabandono. Y es que no puedo concebir tantas energías invertidas en buscar que alguien les corresponda, tanto esfuerzos y calor pérdido para templar corazones fríos, cuyo consumo calórico no representa más que números rojos en el banco de los buenos deseos. Una labor tan extenuante que te deja fría, tieza y pálida, descompuesta y podrida, sin manera alguna de esgrimir cualquier cosa, ni siquiera una plegaria defensa propia.
¡Que rabia, que impotencia, que coraje! Por eso no descansan, y vuelven una y otra vez a atormentarnos desde clásicos y betseller, reviviendo la manera en que se autodestruyen, se autoabandonan. ¿Cuánta tinta mal-gastada por hombres que nos prefieren rendidas a sus pies, bajo sus píes eternamente?
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