mientras mis ojos solicitan cuidados,
las palabras se vuelven suaves y tiernas.
La fiebricula se mantiene constante,
a la par de mis necias ganas de renunciar a una razón, que históricamente me ha sido negada, y que tú te empeñas tanto en poseer.
¡Tómala la razón, llévala muy lejos!
Que este cuerpo improbable e incierto no podrá seguirte.
A nosotras las que nacimos enfermas,
con la hendidura del pecado en el cuerpo,
todo nos ha sigo negado.
Me hubiese gustado que me quisieses más por tonta, que como apología de aquello que consideras merecer;
y así confesar que desmerezco todos los elogios, que nunca he sido casi un hombre, pero sí un ser humano a medias.
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