Érase una vez una ninfa que aprendió alquimia para decantarse en polvo de estrellas y suspiros de sal, con la misión de fundirse y confundirse en la inmensidad oceánica e ir en busca del naufrago que un mal día cambio la cubierta de un barco por el fondo del atlántico, sin embargo no contó con la prisión de tiempo a la que accidentalmente iría a parar al ser confundida con simple arena de mar.
Desde entonces espera paciente el reencuentro con su otra mitad, una horda de suspiros, el tibio aliento que de un tierno soplido la podrá liberar.