martes, 2 de abril de 2019

Microcuentos (En constante actualización)

Ando rescatando algunos de los microcuentos que he puesto en el tuister, y pues heme aquí:



Un buen día se cansó y se fue a vivir la vida alterna que lenguas ajenas le habían construido, una vida con tiempo de sobra para venganzas vanas y protagonizar orgías.

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-¡Abrí tu pecho en busca de nostras mismas!- Le reprochaba al espejo mientras se desvanecía, a la par un charco de sangre le drenaba la vida. 

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Ojalá es parienta de Entropía y aunque no se agradan ambas toman té con Doña Melancolía.

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Le miraba la boca de manera furtiva procurando ocultar el deseo, sin embargo el disimulo que demandaban las buenas maneras en el tocador de damas era imposible ante el hechizo que ejercía en mí con ese color de pintalabios.

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Estaba ahí frente al espejo mirando embelesada, observaba la celulitis, las nalgas caídas y unos pechos que jamás florecieron. Estaba ahí enfundada en ese cuerpo de adolescente tardía, fascinada ante las arrugas prematuras que ya comenzaban a acunar historias.

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Había llegado la hora de hacer frente a sus pecados, a tan tierna edad esperaba la orden de cara al pelotón de fusilamiento, el delito: robar un par de panes rancios en época de hambruna. Murió con una sonrisa de satisfacción y la panza bien llena.

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Le conocí en la peda. -¿fumas?- asentí y dos cajas se presentaron ante mí, una blanca otra roja, honestamente me daba igual así que elegí al azar, acto seguido una sonrisa triunfal se esbozó en sus labios. ¿Qué había ganado? Todas mis letras a trueque por un cigarrillo.


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Ella no quería dormir sola, él no pretendía dejarla dormir. Ella decidió no dormir acompañada.

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¿Qué hago aquí? Me interrogo aveces, es tanto el tiempo que el flashback parece ajeno y para no olvidar recito: mi tren no había llegado a tiempo de camino se desrielo. Desaliñada emergí del metal retorcido y llegué al sitio donde debo esperar a alguien cuyo rostro no recuerdo.

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Salivar cual perro de Pavlov después de alguna alusión al cigarro fue el efecto secundario de aquel amor que se acabo en la primera bocanada, y como daño colateral quedo el rastro de unos dedos aroma tabaco incrustados en el sistema nervioso.

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Respuesta a Neruda

Si porque me ves callada
asumes que soy silente,
he de confesar:
es tu chachara aburrida
la que me tiene como ausente.


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