Algunas reflexiones que vienen desde el hígado de esta antropóloga indignada entorno al tratamiento mediático que le han dado al feminicidio de Sandra Camacho Aguilar:
Judith Butler en la introducción
de su libro Marcos de Guerra aborda la manera en que es posible aprehender la vida humana a través de marcos de comprensión ontológicos, que
bajan al plano político y finalmente al material asentando las bases para la
precarización de la vida, de los individuos, potenciando esta precarización
para determinados sujetos y/o poblaciones de acuerdo a elementos a considerar
como como la raza, el género, la clase social, la preferencia sexual,
diversidad funcional entre otros, al contrario de los procesos de precaridad
sobre las poblaciones más vulnerables se encuentran las condiciones biopolíticas
que potencializan las posibilidades para obtener una vida vivible, una vida
digna de duelo, aquella que en la traducción latina se ha establecido como una
vida que merece ser llorada o en castellano una vida acongojable.
Este breve preámbulo teórico es
necesario para abordar la siguiente temática que me ha llenado de indignación
desde temprana hora del día, dónde una
nota empezó a plagar las noticias de fb
desde los perfiles de reconocidos medios informativos de México, sin embargomx y proceso, creo que si la
nota hubiera hablado precisamente del triunfo que implica una sentencia de
feminicidio con las poquísimas que hay desde su tipificación en el 2013 otro
hubiera sido el acogimiento, sin embargo los encabezados respectivamente fueron
los siguientes: Matemático acusado de matar y descuartizar a una menor en la CdMx es
sentenciado a 50 años de prisión (Sin embargo,2017) & Juez
condena a 50 años de prisión a estudiante modelo que descuartizó a jovencita en
Tlatelolco(Proceso,2017).
Cabe subrayar que una nota
similar apareció hace 3 años, cuando después de darse a la fuga el feminicida
ilustrado es capturado y comienza su proceso, en ese entonces la fuente
informativa que presento la noticia fue emeequis bajo el título El Joven que tocaba el piano y descuartizo a
su novia, la nota fue recibida con controversia entre quienes defendían la
libertad de expresión y se agrupaban con el gremio periodístico y quienes señalábamos
la misoginia y el clasismo presente en
aquella publicación del 2014.
Las notas sobre el feminicida
ilustrado, a quién llamaré así pues es
lo que intenta resaltar las notas desde sus cabezas hasta el punto final, el
ejercicio periodístico nos presentan a
un genio matemático, estudiante ejemplar, un modelo digno de ser imitado,
ganador de la olimpiada de física, un campeón internacional, un joven de buena
familia que sabe tocar el piano, en fin, un hombre virtuoso, en la nota del
2014 tanto el reportero como el
feminicida ilustrado se preguntan cómo fue qué alguien como él pudo llegar al
extremo de privar de la vida a aquella pobre muchacha que vivía en un barrio popular,
cuyos estudios y credenciales no eran
tan brillantes como los de él.
Volviendo a los planteamientos de
Butler tenemos aquí a un hombre, de clase media, un estudiante con miras a irse
al extranjero una vida acongojable, digna de duelo, aunque él no fue quién
perdiera la vida las lamentaciones en las redes sociales, potencializadas por
la manera en que se leen las notas del presente año abren espacio para especulaciones sobre su
culpabilidad y el talento desperdiciado al interior de la cárcel, el luto es
por él, el feminicida ilustrado es un desperdicio para la sociedad y no por
haber privado de la vida a Sandra Camacho Aguilar sino porque ese potencial
talento mexicano irá a la cárcel; en una sociedad regida bajo el
fetichismo del conocimiento, las preseas
obtenidas por el feminicida ilustrado aminoran el hecho del feminicidio de una
don nadie, una chica poco productiva, de su trayectoria escolar sabemos poco,
estaba desempleada a los 17 años de acuerdo a la nota que presenta emeequis.
¿Se dan cuenta? Con su muerte
Sandra Camacho Aguilar arruino la trayectoria de un joven ilustre, lo
lamentable no es que él la haya empujado por las escaleras, asfixiado, para
después descuartizarla y esparcirla por los contenedores de basura, porque ella
en nuestra sociedad era eso, basura, una
mujer en una sociedad machista, una desempleada dentro de un sistema
capitalista, parte de la clase baja, una muerta más en el estado de México la
entidad federativa con más feminicidios del país, para nuestra sociedad eso
somos la mayor parte de las mujeres que
habitamos este contexto, es por ello que un método común de deshacerte del cadáver
de una mujer es abandonarnos en bolsas de basura en cualquier lugar o dejarnos en el
contenedor de la basura, porque a eso nos reducen… basura.
Una vez soñé que me iban a matar
y entre lágrimas solo pedía que por favor me dejaran alguna de mis identificaciones
para que mi familia pudiera reconocerme, desde entonces a veces divago en si debería hacerme un
tatuaje para que reconozcan mi cadáver o si con mis lunares bastaría para ser
identificada, ¿se dan cuenta?, el miedo
a morir ha pasado a un plano secundaria, suplantado por el derecho a ser
reconocida como persona, a ser llorada,
velada a que mi familia tiene derecho a llevar su duelo como lo marcan los
rituales fúnebres contemporáneos; a muchas de las víctimas de feminicidio es
algo que se les ha negado, que le ha sido arrancado a sus familias, el derecho
a vivir su duelo, a llevar su luto.
Una de las cosas que nos hace
seres culturales es la ritualización de los grandes eventos que delimitan
nuestra vida, somos seres sociales en tanto podemos abrir y cerrar esos ciclos
a través de procesos trazados por nuestras creencias, cosmovisión, saberes, estos
procesos más que para aquel que lleva o se va de este plano son para aquellos
que reciben la vida y se quedan después de perder a alguien; en palabras de
Geertz parte de la importancia de la religión no es que anule el dolor de quién
pierde a alguien sino que te dice como sobrellevar el duelo mientras pasa, pero
para ello es necesario tener un cuerpo sobre el cuál efectuar los ritos
mortuorios, sino el ritual es un ritual fallido, inacabado, incompleto, la
eficacia simbólica no se manifiesta, aquella mujer desaparecida se queda en un
espacio liminal, no sabemos si se
encuentra viva o muerta, los dolientes se quedan en ese no lugar extendido
entre las cumbres de la incertidumbre.
Pienso que ese pudo ser el caso
de Sandra y su familia, vivir en la incertidumbre, quizá a lo más que se
hubiera llegado sería a buscar y rebuscaba
entre toneladas y toneladas de basura, mientras se enfriaba el caso y el
feminicida ilustrado salía a las calles nuevamente, sin embargo el proceso de
anulación de la víctima continua de manera simbólica en los medios de
comunicación, en la nota del 2014 se le retrata como una jovencita ignorante de
escasos recursos, se habla brevemente de su familia, del barrió dónde vivía
para acentuar a través del prejuicio la poca transcendencia que tenía su vida,
para las notas que salieron este 2017 ella apenas si figura, en proceso se ve opacada por la gran trayectoria del genio matemático
a quién un juez condena a prisión, no lo condenan por sus actos, sino se lee
entre líneas que un terrible juez trunca la carrera de un estudiante modelo, me
pregunto si quién redacto esa cabeza sabe que un estudiante modelo es alguien digno de imitar y
si realmente deseamos más asesinos en este país; finalmente en sinembargo ni
siquiera se toman la molestia de mencionar el nombre de Sandra ella queda
reducida a ser una Mujer de 17 años.
Y así de un plumazo tres medios
informativos importantes anulan simbólicamente, asesinan ontológicamente a Sandra
Camacho Aguilar basados en la poco importancia de lo que fue su persona, de lo
poco importante que es quién no merece ser recordada ni lamentada, a aquella mujer
ignorante de 17 años quien osó mofarse
del genio de las matemáticas que tocaba el piano y tuvo a bien matarla con sus
virtuosas manos.
Esta anulación de Sandra como
víctima para situar bajo los reflectores al feminicida ilustre nos lleva al
abordaje de los medios de comunicación, de las notas sobre feminicidio, a la
constante revictimización de las mujeres y las maneras en que a través de las
notas se propagan prejuicios que responsabilizan a las víctimas de la violencia
ejercida sobre ellas, nos debe llevar
también a cuestionarnos en la manera en que desde los mass media es fabricada
la verdad, pero esta verdad fabricada se encuentra a su vez alimentada de una
cultura que fomenta las desigualdades entre hombre y mujeres, ya que aquellos a quienes clamamos por las noticias veraces y
objetivas se encuentran inmersos en la mis cultura de género que legitima las
desigualdades, que naturaliza la precarización de determinados sujetos y por lo
tanto reproduce los discursos que los violentan.
Lo perverso del caso va aún más
allá, ya que en palabras de Elsa Muñiz esta cultura de género tiene la capacidad
de revestirse de los avatares del momento, reproducirse y acoplarse a las necesidades de las estructuras de poder,
es decir, los discursos que legitiman la desigualdad y el uso de la violencia
basados en la jerarquía de los sexos mutan y se adaptan, se presentan de manera
políticamente correcta, la violencia se torna más imperceptible pero está allí,
quizá no se habla abiertamente de que un hombre tiene el derecho de pegarle a
su esposa, pero en la nota del feminicio los medios hablan de que la mataron
porque ella tenía un amante, la violaron porque estaba ebria, la mataron porque
ella era la amante, etc. esta cultura de género nos atraviesa a todos, incluso
a los periodistas, echando a bajo la pretensión de objetividad noticiosa, presentándose
entonces a los medios de comunicación no como impulsores de un cambio de pensamiento
o análisis de las problemáticas sociales, sino como reproductores de un
sistemas de opresiones.
Bajos las premisas de la escuela
funcionalista los medios de comunicación cumplen con tres funciones principales
la primera es la de fomentar los valores patrios, la segunda corresponderse con
la sociedad, y finalmente brindar entretenimiento, tomando en cuenta estas funciones
podemos deducir porque es más sencillo encontrar notas dónde se revictimice a
las mujeres que propuestas periodísticas
que apuesten por el cambio social, además como consumidores de material
noticioso no debemos perder de vista un punto sumamente importante que subraya
Sartori en el hommo videns dónde aborda a los medios dentro del contexto
neoliberal actual, como lo que realmente son: empresas y no simples difusores
de información, empresas que conllevan intereses políticos y económicos que
influyen en lo que ofertan y a su vez se
ven influidos por aquellos a quienes desean
vender contenido a fin sus expectativas, cargas valorativas, valores
morales, etc.
En México la persecución a los periodistas que ha
se ha acentuado desde que Felipe Calderon le declaro la guerra al narco ha
contribuido a que miremos a los periodistas de manera romántica y pasemos por alto
la gran cantidad de personas dedicadas a los medios de comunicación que no
están en una situación precaria porque han optado por reproducir los discursos
dominantes, hace poco tiempo leí un tuit que apelaba a lo siguiente: ¿ya nadie recuerda que antes de tanto
malhadado asesinato a los periodistas no se les podía asociar honradamente con “la
verdad”? , lo que me llevo a pensar en la continuamente citada frase cuando
hay una baja del gremio periodístico no
se mata la verdad matando periodistas, y empecé a cuestionarme por la manera en que se
vincula la verdad hacia una profesión, en que se personifica y es monopolizada
por los medios de comunicación LA VERDAD, ¿cuál verdad?, ¿la verdad de quién?
Dentro de esta fabricación de
verdad de la que han adquirido el monopolio los medios de comunicación habría
que abrir más espacios para la crítica y el repensar la objetividad de los
periodistas que ante todo son seres
humanos y empezar a ser más críticos con aquellas empresas que se dedican a la
transmisión de verdades fabricadas desde el tintero; aunque no niego la ardua labor que realizan
muchos reporteros de manera muy digna tampoco me fío cuando de violencia
machista estamos hablando, especialmente cuando hemos establecido ya la cultura
de género en la que nos encontramos inmersos y que nos atraviesa a todos; para
ello basta con volver algunas líneas en el texto y pensar en aquellas incertidumbres
en torno a la muerte, pensemos en como el termo a morir es suplantado por la
manera en que esta muerte será interpretada, comunicada, por la anulación de la
violencia ejercida hacia las mujeres a través de discursos que legitiman la
violencia, y pienso en el hashtag surgido a raíz del trato que los medios y la fiscalía
dieron al feminicidio de Lesby, dónde se habló de ella como una mala estudiante
que consumía drogas, ante tal acto de difamación surgió el #SiMeMatan que pronto se hizo viral en
redes sociales y nos hizo participes de las vulnerabilidades de compartimos
como mujeres y también de aquellos que
tenemos de manera más particular.
El #SiMeMatan como ejercicio de
autoafirmación, unión pero también de reflexionarse a sí misma resulto ser algo
enriquecedor pero a su vez escalofriante, el observar tus vulnerabilidades,
ubicarte dentro de la estructura social y enunciarte, más aún pensar cual será
el mensaje que quedará de ti en los medios de comunicación, con tus conocidos y
la manera que podría ser justificado tu feminicidio, es reconocer tu
vulnerabilidad por el solo hecho de tener vagina y vivir en una sociedad que
criminaliza cualquier expresión de feminidad. Es reconocer la estigmatización
de la mujer y como la sociedad patriarcal te juzga y persiguen aún después de
muerta. Este es uno de los temores fundamentales que se ha instaurado en la
mente de las mujeres a través de la violencia simbólica que ejercen los medios
de comunicación sobre todo el género femenino cada vez que revictimizan a una
mujer.
Las notas que provocaron que
escribiera estas líneas