martes, 25 de abril de 2017

Sobre investigadorAs y género

Sobre  investigadorAs y género

Recuerdo que en primer cuatrimestre los compañeros de otras generaciones nos compartían sus experiencias sobre sus fines de semana en campo[1], en bongobongo esto en bongobongo lo otro, algunas veces hablaban un poco sobre la manera de relacionarse, hacer rapport, y entre las futuras antropólogas  la constante era la manera de relacionarse que atendía más bien a la alimentación, ayudaban en la preparación de alimentos, a servir alimentos (cuando no era sacrílego hacerlo), echar tortillas, hacer tamales, atole, mole, etc. todo desde lo que la educación de género les permitía hacer o asumían podían y debían hacer como mujeres, para volver de campo con un recetario completo y la clara certeza de que estorbaron en la cocina.

 Lo más notorio del caso es el respaldo de los docentes que aconsejan la inserción de sus alumnas de este modo[2], abundan las anécdotas de aprendices que habían dicho o hecho cosas que dentro en las comunidades se han interpretado como insinuaciones sexuales, pero no hay alguna historia dónde esto haya desencadenado  en la censura colectiva por parte de las mujeres locales, ni  demás miedos que aquejan a quienes aconsejan mantenerse cerca del calor del fogón para resguardar su integridad, quizá se encuentren con algunas risillas burlonas, miradas de censura y luego el sonrojo de aquellas que se esfuerzan arduamente por demostrar que son buenas mujeres a través de la integración en la dinámica doméstica.

En eso pensaba mientras leía sobre Isabel Ramírez Castañeda una arqueóloga de principios del siglo pasado, sobre cuyo trabajo se sabe menos que de su carácter según los juicios de las distintas autoridades antropológicas de la época; Isabel Ramírez Castañeda la chica que recogía cerámica según  Caecile Seler – Sachs[3], fue una de las pioneras en los estudios arqueológicos y antropológicos en México, cuya figura se intenta rescatar a partir de algunos escritos, aunque más se sabe de ella por cartas que opinan sobre su manera de comportarse que de su trabajo, del cual no hay ninguna cita en los textos que hablan sobre ella, y a pesar de esta crítica anticipo que este trabajo se caerá talvez  dentro de la misma cantaleta.

De Isabel se sabe que nació en Milpa Alta (1881),  una comunidad indígena  nahua, dado que era hablante del náhuatl (ella fungía como traductora de Seler y Boaz[4]) podemos aventurarnos a decir que probablemente pertenecía a este grupo étnico, estudio en México la profesión prescrita a las mujeres, profesora normalista, la arqueóloga del INAH Miriam Gallegos en entrevista para un programa de radio[5] comenta que es importante señalar el hecho de que ella pudiera ir a estudiar a la ciudad,  algo que no se les permitía comúnmente a las mujeres y tampoco a los hijos de familias pobres, así que Isabel probablemente perteneciera a una familia acomodada[6].

La arqueóloga invitada del programa radiofónico hablo de Isabel exaltando su labor como analista y clasificadora, actividades asignadas a ella en función de su género, ya que como mujer las labores de interpretación e investigación se encontraban vedadas, tal vez por ello Isabel recogía cerámica mientras Gamio descubría pirámides, y tal vez por esa razón Miriam Gallegos acelero la voz cuando hablo de sus contemporáneos, para no seguir hablando de Isabel en función de Gamio, quién la causalidad lo hizo hombre, acaudalado y antropólogo en un tiempo dónde la mirada mundial y el recurso económico  se encontraba en México, lo que permitió su nombre quedara grabado en los anales de la historia mexicana, una historia hecha en su mayoría de  personalidades masculinas. 

Zelia Nutall tuvo una suerte parecida, aunque en su calidad de extranjera y con un mecenas que le facilitara la investigación obtuvo mayor reconocimiento, hasta una brevísima semblanza suya en wikipedia, su recuerdo al menos en la red se encuentra ligada a la discusión que tuvo con Batres que no menciona ni por accidente los recursos no académicos que Batres empleo para tratar de ganar la discusión, cuando aludió a cuestiones personales e intento pintar como una mujer histérica a su entonces contendiente intelectual:

Batres respondió siempre llevando la disputa a un terreno personal, descalificándola como científica. Describió a Zelia como una mujer histérica porque no había sido incapaz de mantener una conversación racional y calmada con él sobre el tema de las cerámicas de la Isla de los Sacrificios (Ruiz, 2006: 127)[7]

Batres no respondió nunca en un tono académico a Nuttall, y de la discusión transcendió únicamente que finalmente el primero había tenido la razón, y quedo en el olvido el empleo de argumentos que aluden al género como motivo de descalificación. Con Isabel algo similar pasó pero ella no tuvo derecho de réplica o desconocemos si al menos estuvo al tanto de los inconvenientes que tuvo con ella George Engerrand director de la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americana a la partida de Boaz, a quién le dirige una carta expresándole:

Necesitaré suma prudencia con ella pero quiero conquistarla con mucha bondad y procurando canalizar su vanidad hacia las satisfacciones que pudiera proporcionarle la producción intelectual (Ruiz, 2006:119)[8]

Estas líneas fueron escritas aludiendo al mal desempeño de la no reconocida arqueóloga, sin embargo poco hablan sobre su trabajo, y en lugar de parecer las líneas que un académico haría sobre otro colega, se lee a un buen cristiano que se esfuerza ante la ingratitud de un salvaje, lectura que tal vez podría no estar  tan alejada al reconocer las distintas nacionalidades de los involucrados. 

Desde la lectura de una feminista postestructural podemos retomar a Butler y hablar de las vidas que merecen ser lloradas y las que no, contemplar el género, la clase social y la raza que entre mezcladas nos dan sujetos precarios que no merecen reconocimiento o no son dignos de él, aplicado esto a Isabel Ramírez Castañeda  tenemos a una mujer, de clase baja o media baja e indígena, lo que en suma nos arrojaría la manera en que estas categorías se han desarrollado históricamente con el fin de maximizar la precariedad para unos y de minimizarla para otros (Butler, 2010: 15)[9], y han operado no solo mientras ella vivía reduciendo sus posibilidades laborales, de reconocimiento, sino también operan aun después de la muerte, manteniéndola en el anonimato.

No existe vida alguna sin las condiciones que mantienen la vida de manera variable,  y esas condiciones son predominantemente sociales, ya que no establecen la ontología discreta de la persona, sino más bien la interdependencia de las personas, lo que implica unas relaciones sociales reproductibles y sostenedoras, así como unas relaciones con el entorno y con formas de vida no humanas consideradas de manera general… Dicho llanamente, la vida exige apoyo y unas condiciones capacitadoras para poder ser una vida <<vivible>>… (Butler,2010: 38)[10]

Desde esta perspectiva podemos explicar el porqué del anonimato de Isabel Ramírez, el desprestigio de Zelia Nuttall, y el hecho de que ambas durante su vida fueran catalogadas como investigadoras amateur, al no recibir el reconocimiento de su gremio y en el caso de Isabel el título de arqueóloga; valdría la pena también preguntarnos sobre sí han sido grandes los cambios desde el surgimiento de la práctica antropológica en México a la fecha, o si es necesario implementar nuevas técnicas para arribar a campo y abandonar al fin la primera gran división del trabajo sugerida por Durkheim.

Bien vale la pena  reflexionar sobre lo que desde las aulas nos enseñan, repensar este modo de integrarse a través de las labores del hogar, para imaginar nuevos modos de interactuar con nuestros informantes, que transciendan la cocina y la compra de blusas bordadas para sentirse más cerca de la otredad, o de lo contrario posicionarnos al interior de la investigación, explicitando la manera en que nos hemos insertado, sin dejar de lado el género, que aunque parece ajeno nos vienen delimitando desde las clases de metodología.

Considero pertinente exigirle a las compañeras que problematicen sus trabajos con la variable de género, me resulta imposible saber de chicas trabajando en las distintas sierras con mujeres y que dicha variable les sea ajena porque consideran que el género no es pertinente al interior de su investigación, cuando este está determinando el modo en que se insertan en sus ámbitos de estudio, la manera en que se conducen ante la comunidad y también determino la elección de sus sujetos de estudio, el modo en que fueron acogidas y atraviesa de manera directa a sus informantes.



[1] Digo fines de semana de campo y no trabajo de campo, porque una salida de tan poco tiempo se asemeja más a un día de campo que a una práctica de trabajo de campo.
[2] y algunos anécdotas de arqueólogas  enfermas a causa del humo del anafre
[3] Rutsch, Mechthild. “Isabel Ramírez Castañeda (1881-1943): una antihistoria en los inicios de la antropología mexicana”, en Cuicuilco, enero-abril 2003, volumen 10.
[4] Boaz solía formar lo que en la antropología se denomina antropólogos nativos.
[5] Pragrama  raíces. http://raicesudem.blogspot.mx/2014/01/raices-135-isabel-ramirez-castaneda.html
[6] Al además saber leer y escribir en una época en que la gran mayoría de la población era analfabeta.
[7] Apen Ruíz Martínez, Carmen. Zelia Nuttall e Isabel Ramírez: las distintas formas de practicar y escribir sobre arqueología en el México de inicios del siglo XX. cadernos pagu (27), julho-dezembro de 2006
[8] Ibídem
[9] Butler, Judith. (2010).  Vida precaria, vida digna de duelo en: Marcos de guerra. Las vidas lloradas. Paidós. Madrid, España.
[10] ídem

sábado, 22 de abril de 2017

La "incongruencia del feminismo'

Cuando la gente que no se ha tomado la molestia de leer que es el feminismo opina, se inventan cosas como la incongruencia del feminismo, lo que me hace pensar que tienen alguna cosa, algo así como un decálogo de lo que es ser "La Feminista" y nos andan fiscalizando todo el tiempo, curiosamente las feministas desconocemos este decálogo; finalmente dentro de su crítica acuden a términos como igualdad de género, cultura no sexista, etcétera (términos acuñados por las feministas)  para "explicarnos" como debiera ser nuestro accionar, pero como no han leído ni la definición de un diccionario de lo que es feminismo no saben que están hablando en sus términos, empleando sus propuestas, y si lo supieran yo creo que les saldría espuma de la boca, de saber que su burda crítica sólo los hace parte del despojo del pensamiento feminista y el oscuro proyecto de desprestigio que ha tenido el movimiento todo este tiempo.